Metodología para analizar una obra literaria (narrativa)




Las siguientes pautas para analizar obras literarias representan solamente una serie de sugerencias que tú debes desarrollar pues se trata solo de meros consejos acompañados de ampliación bibliográfica que pueden ser de gran utilidad para profundizar dichos aspectos metodológicos. Un ejemplo de aplicación de dichos principios metódicos lo puedes encontrar en uno de mis trabajos en el cual analizo La Lozana andaluza (1528) de Francisco Delicado:
María Montserrat Villagrá Terán, La Lozana andaluza. Un retrato que parodia otro retrato:

Básicamente, los puntos que vamos a tratar -sin desarrollar, pues eso tienes que hacerlo tú con tu toque personal, tu estilo y tus exigencias específicas- son los siguientes:

Introducción
1. El formalismo ruso
2. El estructuralismo checo
3. Las estilísticas
4. El New Criticism
5. Corrientes sociológicas
6. El estructuralismo
7. El postformalismo ruso
8. La semiótica literaria
9. La Neorretórica
10. La estética de la recepción
11. La pragmática literaria
12. La deconstrucción
13. La crítica psicoanalítica
14. Estudios feministas

Pautas metodológicas
1. Primer paso
2. Contexto
3. Hipertexto
4. Género
4.1. Definición de género
4.2. Elementos para la determinación de los géneros
4.3. Clasificación de los géneros
5. Texto
5.1. Forma
5.1.1. El diálogo en la obra literaria
5.2. Estructura
5.2.1. Historia y discurso
5.2.2. Acontecimientos en la historia y en el discurso
5.3. Personajes
5.4. Narrador
5.5. Tiempo
5.6. Espacio
5.6.1. Hipotiposis
5.7. Modalidad
5.7.1. La parodia
5.7.2. La parodia y el humor
6. Conclusiones



INTRODUCCIÓN

A modo de introducción podemos afirmar que la obra literaria puede ser objeto de múltiples miradas que focalizan la atención sobre unos u otros aspectos, por eso es necesario conocer las distintas teorías y movimientos que han priorizado la atención crítica sobre las distintas facetas del acto literario. Las distintas teorías llaman nuestra atención sobre distintos aspectos de la misma realidad, por ello, deducimos que no necesariamente unas contradicen a otras; son útiles, precisamente, porque presentan distintas tonalidades y perspectivas del rompecabezas que es cualquier obra literaria. No se puede comprender todo de una obra literaria desde una sola teoría, sino solo aquellos aspectos que son congruentes con la fundamentación epistémica del marco o teoría en cuestión. Cualquier obra literaria, como cualquier otro objeto de investigación, pasa por el pluralismo de enfoques porque es, en definitiva, inabarcable.
Claro que algunas posturas son irreconciliables entre sí pues sus postulados se excluyen mutuamente. Sin embargo, casi siempre es posible acoger algo de todas. Es lo que modernamente se llama interdisciplinariedad, sincretismo, ciencias híbridas, enfoques multiparadigmáticos, en virtud de los cuales se analiza un objeto desde distintas ópticas, con distintos métodos, instrumentos, técnicas, bajo distintas disciplinas. Por eso es conveniente conocer la crítica literaria en su vertiente histórica que no es otra cosa que distintas maneras de mirar la literatura con diversas funciones en la sociedad.
Por supuesto que cada cual seleccionará los instrumentos, las técnicas y las teorías que más le aporten al conocimiento de lo literario. Algunas teorías alumbran más algunos aspectos que otros, mientras se muestran inoperantes para tratar otros asuntos. En definitiva, la crítica literaria, como una de las ramas de la ciencia de la Literatura, muestra -como otras ciencias- una situación multiparadigmática que, más que alentar estériles disputas academicistas sobre la verdad única, debería llevarnos a ensayar técnicas, métodos y formas de acercarse a lo literario de una manera interfocal.


El crítico literario del siglo XVIII analizaba las obras literarias mediante un método deductivo dando juicios de valor si veían en ellas reflejada la preceptiva clásica o no, pues se la consideraba el patrón indiscutible e inmutable. Para los prerrománticos, Vico y Herder era necesario estudiar el hecho literario desde un punto de vista histórico-genético analizando la relación entre la personalidad del autor y el momento histórico que le ha tocado vivir. Mme. de Staël pensaba que la literatura está en íntima relación con las leyes, las costumbres y la religión de cada época, por tanto, la obra literaria debía ser estudiada junto con la cultura de su tiempo, con las estéticas imperantes, los acontecimientos políticos y la sociedad de la que formaban parte.
Saint-Beuve (1804-1868) opinaba que estudiar una obra es conocer a su autor hasta poder retratarle psicológica y moralmente. No es que la obra sea un calco fiel de la biografía del autor, pues el texto literario deforma, distorsiona o enmascara la realidad del creador, pero, en última instancia, las huellas de este se encuentran en sus obras. Taine (1828-1893) siguiendo a Sainte-Beuve afirma que es necesario conocer no solo al autor de una obra literaria sino también la época en que vivió.
En los últimos años del siglo XIX Nietzsche, Bergson, Croce exaltaban la intuición, el inconsciente, el instinto y abrazan el simbolismo y el impresionismo desechando el realismo y el objetivismo. Para Edgar Poe la poesía es un riguroso ejercicio de creación verbal guiado por unos principios y reinventado una y mil veces con el sabio recombinar de símbolos, palabras y recursos. Igualmente, para Paul Valéry y su maestro Mallarmé la literatura es un ejercicio de lenguaje. Por tanto, lo importante es el texto como recombinación de palabras y formas, idea que sería el eje del formalismo ruso, la estilística y el New Criticism, que transformarían el estudio del texto en disciplinas científicas.

BIBLIOGRAFÍA
V.M. de Aguiar e Silva, Teoría de la Literatura:
P. Aullón de Haro, Teoría de la Crítica Literaria:
D. Domínguez Caparrós, Teorías literarias del siglo XX:
F. Gómez Redondo, La crítica literaria del siglo XX:
J.M. Pozuelo Yvancos, Ideas literarias. Siglos XIII-XX:
D. Viñas Piquer, Historia de la crítica literaria:
R. Wellek, Historia de la Crítica moderna (1750-1950):
VV.AA, Lengua castellana y literatura, Vol. III:


1. EL FORMALISMO RUSO

Para muchos autores la teoría literaria del siglo XX comienza con el formalismo ruso que surge antes del la revolución de 1917 en el Círculo Lingüístico de Moscú y en la Opojaz (Sociedad para el estudio del Lenguaje poético) en San Petersburgo. Sus principales autores (Roman Jakobson, Petr Bogaritev, Sergei Bernstein, Viktor Shlovski, Boris Eichenbaum, etc.) eran jóvenes universitarios cuya inicial actitud revolucionaria contra la decadente cultura burguesa y los poetas simbolistas les valió duras críticas y la etiqueta peyorativa de formalistas. El formalismo se interesaba por descubrir científicamente las leyes que rigen los procedimientos artísticos, frente a la dialéctica marxista que buscaba la interacción entre la obra y los condicionantes sociales de cada época. Hacia 1930 la dictadura comunista acaba oficialmente con la escuela formalista, si bien, gracias sobre todo a Jakobson, sus ideas seguirán fructificando entre los lingüistas y críticos checoslovacos, dando lugar al conocido como Círculo lingüístico de Praga.

BIBLIOGRAFÍA
A. García Berrio, Significado actual del formalismo ruso:
V. Erlich, El formalismo ruso. Historia y doctrina:
T. Todorov, Teoría de la literatura de los formalistas rusos:
Antología del formalismo ruso y el grupo de Bajtín:
P. Sanmartín Orti, Otra historia del formalismo ruso:
P. Steiner, El formalismo ruso: Una metapoética:


2. EL ESTRUCTURALISMO CHECO

Cuando el formalismo ruso fue aplastado en Rusia, sus reflexiones prosiguieron en el Círculo Lingüístico de Praga, que daría lugar al estructuralismo checo. Esto no hubiera sido posible sin el exilio de Jakobson a Praga en 1920. A finales de los años veinte se superó la idea de Shklovski según la cual la obra no era más que el compendio de sus mecanismos de producción artística para pasar a considerarse un todo organizado compuesto de distintos factores interrelacionados: una estructura. Los miembros más destacados de esta escuela fueron Roman Jakobson, Ian Mukarovski, Trubetzkoy, René Wellek y el formalista ruso Boris Tomaschevski. Sus postulados permanecieron ocultos para Occidente hasta los años 60. De hecho, la célebre teoría de Jakobson sobre la función poética del lenguaje pareció aquí innovadora, pero estaba basada en ideas formuladas tanto en el Círculo Lingüístico de Moscú como en el de Praga.

BIBLIOGRAFÍA
J. Mukarovsky, Función, norma y valor estéticos como hechos sociales:
D. Cabañeros Martínez, Estructuralismos: El pensamiento semiológico de Jan Mukarovsky:


3. LAS ESTILÍSTICAS

Viñas Piquer señala la diversidad de escuelas de estilística aunque existen ciertos presupuestos generalmente compartidos:
1. Coincide con el formalismo ruso en que centra su atención en lo lingüístico-formal, analizando la obra literaria para acceder a su calidad formal y estética.
2. El análisis prioriza los rasgos desviacionistas de la obra, es decir, lo que el autor innova, apartándose conscientemente de lo normal, pues esto es lo que capta la atención del crítico-lector.
3. Atención, priorizada según cada corriente, de los tres elementos fundamentales del acto literario: emisor (la estilística idealista se interesa por la psicología del autor), el texto (la estilística estructuralista) y el receptor en cuanto agente que provoca la desviación o la innovación.
Podemos destacar La estilística descriptiva del lingüista suizo Charles Bally, discípulo de Saussure y miembro de la Escuela de Ginebra, que define la Estilística como el estudio del lenguaje subjetivo o afectivo; La estilística idealista o genética promulgada por un grupo de profesores de la Universidad de Munich -Leo Spitzer, Helmut Hatzfeld y Karl Vossler- que se dedican a identificar los rasgos estilísticos peculiares del texto (estilemas) y su relación con el contenido del texto y la personalidad del autor; La estilística estructuralista de los sesenta que se desarrolló a partir de los Congresos de la Universidad de Indiana y de Lieja, donde Jakobson y Spitzer pronunciaron sendas conferencias; La estilística generativista enraizada en la lingüística de Noam Chomsky y La estilística de la escuela española en la que sobresalen Dámaso Alonso y Amado Alonso, lingüistas y herederos de la escuela de Menéndez Pidal.

BIBLIOGRAFÍA
R. Fernández Betamar, Idea de la estilística: Sobre la escuela lingüística española:
J. C. Gómez Alonso, La estilística de Amado Alonso como una teoría del lenguaje literario:
C. Bally, El lenguaje y la vida.
C. Bally, Traite de stylistique francaise.
L. Spitzer, Lingüística e historia literaria:
L. Spitzer, Estilo y estructura en la literatura española:
L. Spitzer, Essays on english and american literature:
K. Vossler, Filosofía del lenguaje:


4. EL NEW CRITICISM

Paralelamente a la estilística europea, se desarrolló en EE.UU., entre los años 20 y los 50, un grupo heterogéneo de nuevos críticos entre los que se encuentran R.P. Blackmur, Allan Tate, Kenneth Burke, Robert Penn Warren, René Wellek y John Crowe Ransom. Hay que decir que en realidad el New Criticism empezó en Inglaterra en 1924 con la obra Principios de crítica literaria de Ivor A. Richards y con los trabajos de T.S. Eliot. Los principios estéticos son los siguientes:
1. Reacción contra la crítica erudita biografista y la impresionista, aquella que se basa en las reacciones subjetivas del crítico.
2. El poema es fruto de la inteligencia y la disciplina que busca la perfección, no de irracionales impulsos del alma, como piensan los románticos.
3. El método para analizar la obra la considera como un todo, una estructura compuesta por diversos elementos que no cabe disociar.
4. La literatura es autónoma con sus propias leyes y códigos.
Los new critics encabezaron una reacción contra los críticos historicistas e impresionistas denunciando lo que consideran cuatro falacias: la falacia intencional, la falacia afectiva, la falacia biografista y la falacia de la comunicación.

BIBLIOGRAFÍA
J. L. López Carpio, Epistemología de la filosofía de la cultura. Forma y contenido en Thomas Stearns Eliot:
J. E. Spingarn, The New Criticism:
M. B. Hickman, Rereading the New Criticism:
A.T. Robertson, An introduction to the textual criticism of the new testament:


5. CORRIENTES SOCIOLÓGICAS

Bajo la etiqueta de sociología de la literatura o crítica sociológica se agrupan un buen número de teorías y paradigmas. Por sociología de la literatura entendemos el estudio de la literatura en la sociedad pues se centra en los efectos de la obra en la sociedad, que es lo que más interesa a los marxistas; mientras que la Crítica sociológica es el estudio de la sociedad en la literatura y parte de que la sociedad no determina pero sí condiciona al autor, la concepción de los géneros, los gustos o la recepción. Podemos destacar las siguientes corrientes: La perspectiva histórica positivista, El marxismo ortodoxo (realismo social), La sociología de la literatura de Georg Lukács, La Escuela de Frankfurt en la que destaca Theodor Adorno y Walter Benjamin y El marxismo estructuralista donde destaca Lucien Goldmann.

BIBLIOGRAFÍA
T. Adorno, Escritos sociológicos:
T. Adorno, Estética (1958/59):
T. Adorno, Teoría estética:
T. Adorno, Sobre la metacrítica de la teoría del conocimiento:
W. Benjamin, La tarea del crítico:
M. Á. Garrido Gallardo, Crítica literaria. La doctrina de Lucien Goldmann:


6. EL ESTRUCTURALISMO

El estructuralismo es una corriente surgida a comienzos del siglo XX que define la estructura como la totalidad de elementos relacionados entre sí y con el todo, subordinados a unas leyes de composición, transformación y autorregulación que caracterizan ese objeto como un sistema de relaciones, de tal manera que la modificación de uno de sus elementos cambia los demás y el todo. Ferdinand de Saussure dicta las bases teóricas en su célebre Curso de Linguística General (1916) y la aplicación de sus teorías a la literatura hará que se ahonde en las reglas explicativas del hecho literario para descubrir los códigos de la creación literaria.
Algunas ideas estructuralistas son semejantes a la concepción de la literatura de los formalistas rusos. La figura de Roman Jakobson es paradigmática en este sentido: formalista ruso primero, emigró a Praga y se convirtió en uno de los fundadores del Círculo Lingüístico de Praga y finalmente emigró a Estados Unidos entrando en contacto con Lévi-Strauss, quien con su antropología estructural sería uno de los puntos de partida del estructuralismo literario francés, cuyo autor más influyente será el polémico Roland Barthes.

BIBLIOGRAFÍA
R. Barthes, Ensayos críticos:
R. Barthes, El grado cero de la escritura:
R. Barthes, El placer del texto:
J.A. Forzán Gómez, El placer de la escritura. Roland Barthes, una exploración del nombre:
J. Culler, Sobre la deconstrucción. Teoría y crítica después del estructuralismo:
J. Culler, La poética estructuralista:
J. Culler, Barthes:
J. Culler, Breve introducción a la teoría literaria:


7. EL POSTFORMALISMO RUSO

Mijaíl Bajtín (1895-1975) no fue conocido en el ámbito académico occidental hasta los años setenta. Su obra es una auténtica poética sociológica, en palabras de una de sus estudiosas, Iris Zavala. Para Bajtín, no son las palabras las que tienen significado, sino su uso en un determinado contexto. La lengua no es, por tanto, un sistema de códigos, como pensaba Saussure, sino un diálogo vivo.

BIBLIOGRAFÍA
D. Sánchez-Mesa Martínez, Literatura y cultura de la responsabilidad: El pensamiento dialógico de Mijaíl Bajtín:
M. Bajtín, Las fronteras del discurso:
M. Bajtín, Estética de la creación verbal:
M. Bajtín, Problemas de la poética de Dostoievski:
M. Bajtín, Teoría y estética de la novela:
M. Bajtín, El método formal en los estudios literarios. Introducción crítica a una poética sociológica:
M. Bajtín, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento: el contexto de François Rabelais:
T. A. Mantecón Movellán, Bajtín y la historia de la cultura popular:
M. Jofré, Mijaíl Bajtín: vida, poética, educación y poesía. Una vida en palabras:
J. P. Bronckart, Bajtín desenmascarado: Historia de un mentiroso, una estafa y un delirio colectivo:


8. LA SEMIÓTICA LITERARIA

La semiótica parte de que todo comportamiento humano tiene un significado y la obra literaria es una forma específica de creación de significados. Si al formalismo y al estructuralismo les interesaban solo los signos, a la semiótica le interesan insertos en el proceso de comunicación literario, lo que implica fijar la atención sobre los sujetos y el contexto histórico-cultural en que nace y se recibe. Para Juri Lotman y su escuela de Tartu -ciudad estonia donde se desarrolló la semiótica soviética- «el arte es un modelo peculiar de funcionamiento, un lenguaje organizado de un modo peculiar» y todo elemento literario «es elemento de significado». Para Umberto Eco el texto es un producto sígnico integrado en una serie de sistemas significantes de los que depende tanto su sentido como su dimensión estética. En definitiva, la semiótica da un paso más que el formalismo y el estructuralismo, pues sin oponerse a ellos, estudia también los significados en su contexto comunicativo.

BIBLIOGRAFÍA
J. Lotman y la escuela de Tartu, Semiótica de la cultura:
U. Eco, Sobre literatura:
U. Eco, Sulla letteratura:
U. Eco, La estructura ausente:
U. Eco, La struttura assente:
U. Eco, Interpretación y sobreinterpretación:
U. Eco, Interpretazione e sovrainterpretazione:
A.J. Greimas, Del sentido II. Ensayos semióticos:
A.J. Greimas, Del senso:
A.J. Greimas, La semiótica del texto: ejercicios prácticos. Análisis de un cuento de Maupassant:
A.J. Greimas, Maupassant, Esercizi di semiotica:
U. Eco, Opera aperta. Forma e indeterminazione nelle poetiche contemporanee:
U. Eco, Lector in fabula:
U. Eco, Trattato di semiótica generale:


9. LA NEORRETÓRICA

El término nueva retórica aparece por vez primera en el título de una obra de Ch. Perelman y L. Olbrechts-Tyteca, Traté de l'argumentation: la nouvelle Rhétorique, 1958, donde se revaloriza la antigua retórica grecolatina. A partir de los años setenta, la practicarán una serie de lingüistas y estudiosos de la literatura como R. Barthes, T. Todorov, G. Genette, J. Dubois y el llamado grupo de Lieja. Sus reflexiones se centran en el análisis no solo de la elocutio sino también de la inventio, dispositio, memoria y actio. En su expansión han confluido otras corrientes como la semiótica y la pragmática, hasta llegar a constituir para algunos una ciencia general de los discursos.
BIBLIOGRAFÍA
G. Pulido Tirado, Retórica y Neorretórica en Carlos Busoño:
T. Todorov, Los géneros del discurso:
G. Genette, Umbrales:


10. LA ESTÉTICA DE LA RECEPCIÓN

Esta escuela que surge en la Universidad de Constanza se propone priorizar la atención sobre el público de lectores, frente a la tradicional primacía del autor y el texto. Varios autores pertenecientes a esta escuela, como U. Eco, E. Fish, G. Prince o J. Culler, han formulado lo que se ha llamado teoría del lector. En definitiva, en cada época la obra tiene pues un significado dependiendo del género, del autor o del contenido y esto influye en los receptores y el los autores.

BIBLIOGRAFÍA
R. Warning, Estética de la recepción:


11. LA PRAGMÁTICA LITERARIA

Frente al interés de los estructuralistas por el lenguaje y las estructuras abstractas universales, a la pragmática le interesa la forma de comunicación particular de un individuo o de un grupo en unas determinadas condiciones socioculturales. No existen los significados de las palabras, sino en el uso de estas. Así la pragmática está en consonancia con las preocupaciones de Bajtín o la filosofía del lenguaje de Austin y Wittgenstein. En definitiva, la pragmática se inserta en el marco de una teoría de la comunicación donde se dan cita sociólogos, filósofos, críticos literarios...

BIBLIOGRAFÍA
J.A. Mayoral, Pragmática de la comunicación literaria:
F. Cabo Aseguinolaza, Sobre la pragmática de la teoría de la ficción literaria:
J. Herrero Cecilia, Estética pragmática del relato fantástico:


12. LA DECONSTRUCCIÓN

Corriente difusa, aunque de extremada influencia en todas las ciencias sociales, que tiene su origen en las obras del francés Jacques Derrida, publicadas a partir de la segunda mitad de los años sesenta. Deconstruyendo términos y conceptos, los autores adeptos a esta corriente han revisado nociones básicas de la teoría literaria. El Grupo de Yale (Estados Unidos), en el que se inscriben P. de Man, J. Hillis Miller, H. Bloom o G. Hartman, presenta la formulación más radical del deconstruccionismo.

BIBLIOGRAFÍA
J. Derrida, Deconstrucción y crítica:
J. Derrida, La deconstrucción en una cáscara de nuez:
J. Derrida, Teoría literaria y deconstrucción:


13. LA CRÍTICA PSICOANALÍTICA

Para Freud la obra literaria es una creación en que se ponen de manifiesto los deseos ocultos del escritor y las vivencias de la infancia que le han señalado. La literatura es, en definitiva, fuente de conocimiento del ser humano, pues a través de ella se plasman los frutos del inconsciente. Así, en la obra de un autor podemos encontrar huellas, rastros de su inconsciente.


14. ESTUDIOS FEMINISTAS

Bajo la etiqueta de feminismo se enmarcan una serie de autoras -norteamericanas, británicas y francesas en su mayoría- de la más diversa ideología que tienen en común la denuncia de lo femenino como construcción cultural devaluada. A partir de los años setenta, el feminismo angloamericano se centra en las obras silenciadas de las propias mujeres, que ofrecerían otras formas de ser mujer. Así, Susan M. Gilbert y Susan Gubar estudiarán las principales escritoras del siglo XIX, desde Jane Austen a Emily Dickinson.

BIBLIOGRAFÍA
B. López Román, Teorías feministas y sus aplicaciones al teatro feminista británico contamporáneo:






Pautas metodológicas




1.-Primer paso


Un paso inicial importante en el estudio de una obra literaria es la descripción exhaustiva de las ediciones de la obra en cuestión. En primer lugar exponemos toda la información que concierne a la primera edición, para después pasar a describir todo lo referente a las ediciones posteriores. Para ello, podemos seguir las pautas que sugiere el profesor Pérez Priego en su estudio La edición de textos, pues ofrece numerosos consejos útiles al respecto.
El profesor Priego nos recuerda que la crítica textual, mediante los procedimientos de que dispone, es la única que puede ilustrar todo lo que concierne a la forma originaria de los textos y su difusión en épocas antiguas. Los conceptos importantes inherentes a esta ciencia son los siguientes:
-Original: texto auténtico que refleja la voluntad del autor. Puede ser autógrafo (escrito por la propia mano del autor) o idiógrafo (solo supervisado por él).
-Copia: que está sacada del original. Tenemos la copia llamada apógrafo sacada directamente del original. Antígrafo es la copia sacada de otra copia.
-Editio princeps es la primera edición de una obra.
-El conjunto de testimonios o copias es lo que se llama la tradición que, a su vez, puede ser directa o indirecta.
-Edición diplomática: pura y simple transcripción del texto antiguo con los caracteres de imprenta modernos. Edición facsimilar: simple reproducción fotográfica del texto. La edición crítica: tiene por objeto la reconstrucción de original y no la simple reproducción de un testimonio.
-La recensio es la primera fase del método de edición de textos ideado por Lachmann y tiene como cometido la recogida de todos los testimonios de la tradición de un texto. El segundo paso que hay que seguir es la constitutio textus, es decir, la constitución del texto enmendando errores y eligiendo entre las distintas variantes. La última fase es la dispositio textus: el autor presenta la obra y ofrece el texto de la manera más clara e inteligible posible (PÉREZ PRIEGO, 2011: 51-79).
Por lo que se refiere a los testimonios, Pérez Priego nos dice que «son efectivamente individuos históricos, con una fisonomía propia, portadores en su seno muchas veces de elocuentes huellas y datos respecto de dónde se compusieron, quién los encargó o poseyó, quiénes fueron los copistas, los impresores, los lectores, qué tipo de papel y de letra fue utilizado, qué taller tipográfico, etc. Todo ello nos proporciona una información muy interesante, por supuesto, para la historia cultural, pero también muy rica y aprovechable desde la pura crítica textual. Con esos datos podemos saber ya mucho acerca de la validez y agrupación de los testimonios, según la información que poseamos, por ejemplo, de la calidad de un determinado scriptorium o un taller tipográfico, la procedencia de los originales o copias de que solía servirse, la antigüedad y calidad de los soportes materiales de copia, etc.» (PÉREZ PRIEGO, 2011: 36).
Por lo que concierne a la tradición impresa debemos considerarla con el mismo valor que los manuscritos, afirma Priego. Claramente, hay que considerar que el impreso se multiplica. En el siglo XVI, a partir de 1558, hubo un mayor rigor por lo que concierne a la publicación de libros. Lo que significa que antes de esa fecha el rigor era menor. De hecho encontramos obras impresas sin que figure el autor, como es el caso de La Lozana andaluza, mientras que después de esa fecha se siguen pautas concretas entre las que está la obligatoriedad de poner los datos tipográficos en la portada (PÉREZ PRIEGO, 2011: 39).
Otro aspecto importante que afecta a este periodo, es que en aquella época las obras podían ser modificadas por los impresores o los tipógrafos, pues los “derechos de autor” es algo que entonces no existía.
En definitiva, Pérez Priego da las pautas que deben seguirse en la realización de una edición crítica siguiendo el método de Lachmann, cuyas fases del trabajo, ya mencionadas, son la recensio, la emendatio y la constitutio textus. Lógicamente, las pautas expuestas por Priego son útiles para la estructuración de las informaciones que se refieren a la primera edición de una obra y a las sucesivas.


BIBLIOGRAFÍA
M.Á. Pérez Priego, La edición de textos:




2.-Contexto


Cuando estudiamos una obra pasamos del texto al hipertexto haciendo lectura de otras obras afines, para después pasar al contexto, documentándonos sobre la literatura de la época, para después volver de nuevo al texto. Una parte importante de nuestras investigaciones se debe centrar en el estudio de la época que vio surgir la obra. Nos referimos a aspectos como pueden ser los estudios sobre la preceptiva de la época, la autoría, editoría y recepción de las obras a principios de la época o el uso del latín y del vulgar. En definitiva, una parte significativa del análisis estará protagonizado por el estudio del autor de la obra en cuestión y de los aspectos de la sociedad de su tiempo.
Alienta este empeño una de las reflexiones teóricas del famoso pensador Mijaíl Bajtín el cual afirma que «el medio ideológico es la conciencia social de una colectividad dada, conciencia realizada, materializada, externamente expresada. Está determinada por la existencia económica del grupo y, a su vez, determina la conciencia individual de cada uno de sus miembros. La conciencia propiamente individual puede llegar a serlo solo después de manifestarse en estas formas del medio ideológico que le son dadas: en la lengua, en el gesto convencional, en una imagen artística...» (BAJTÍN, 1994: 55).
Este concepto de Bajtín lo retoma la estudiosa Bubnova y lo elabora de la siguiente manera: «En este diálogo primordial el ser humano participa con todas sus facultades físicas y morales que se proyectan tanto hacia la realidad de un mundo concreto cotidiano como hacia la esfera ontológica: del cuerpo a la palabra se da una intensa interacción entre el yo y el otro, al que concebimos como un tercero en la trascendencia y como el prójimo en la vida real» (BUBNOVA, 2006: 110).
En definitiva, las teorías interpretativas recientes, de alguna forma, han restablecido el estudio del contexto en los estudios literarios. Para analizar las teorías más importantes que se han ocupado de las relaciones entre el texto y su contexto podemos empezar citando las de Jurij Tynjanov y las de Mukařouský. También son destacables las posturas de Arnold Hauser y Erich Auerbach el cual establece una relación entre la obra y las condiciones del mundo, las prácticas de la escritura y las expectativas del público de la época en la que la obra se ha escrito. Lucien Goldmann tiende a pensar en ideas y opiniones conscientes, en procedimientos filosóficos y epistemológicos disponibles en el mismo periodo para ver, conocer e interpretar el mundo natural y la realidad individual y social (CESERANI, 1999: 55).
También podemos mencionar las teorías de Erich Köhler que ha elaborado una serie de propuestas de contextualización del texto literario interesantes, corrigiendo el planteamiento inicial sociológico-marxista con la aportación de la antropología cultural y de las teorías de Bajtín (CESERANI, 1999: 55).
El semiólogo ruso Jurij M. Lotman, por su parte, elabora un concepto de “modelo” o “esfera cultural” que permite establecer relaciones, o “isomorfismos”, entre texto y contexto no en el plano de los contenidos o de las formas, sino más bien, en el plano de las modalidades y de las reglas que en cada nivel, en el sistema temático y formal del texto y en los sistemas limítrofes, organizan los conocimientos, formando un conjunto coherente (CESERANI, 1999: 55).
Vemos que hay una tendencia a pensar que los sistemas de los modos y de los géneros son el aspecto fundamental y central de los textos, elemento específico que los justifica y caracteriza. Sin embargo, ninguno de los elementos en sí son portadores de significado. Por lo tanto no es posible instituir modelos rígidos y universales entre texto y contexto. El modelo debe ser construido en cada caso específico, es más, el reconocimiento de las relaciones entre las series, de los enlaces, paralelismos y contrastes opositivos, de las jerarquías es la operación fundamental y central de cada lectura e interpretación de los textos del imaginario (CESERANI, 1999: 60).
Por lo que se refiere a la formulación de la relación entre literatura y sociedad, debemos mencionar la teoría que elabora Jonathan Culler desde los presupuestos del estructuralismo y la semiótica. También es interesante la teoría polisistémica de Itamar Even-Zohar, fundador del Porter Institute de poética y semiótica de Tel Aviv, que se basa en una reformulación del sistema de la comunicación lingüística descrito en su momento por Roman Jakobson, en el cual se deja hueco al concepto de “institución” literaria (similar al concepto de campo literario) para elaborar un complejo sistema de interrelaciones entre elementos en el interior de la misma institución o campo (por ejemplo, entre géneros literarios o entre literaturas en idiomas diferentes, con especial atención a los problemas de traducción, de la evolución histórica, de la transición) o elementos pertenecientes a otros sistemas de representación simbólica (por ejemplo las artes figurativas, el cine, la música) o elementos pertenecientes a otros sistemas de la cultura o de las culturas (en sus relaciones de interferencia, de intercambios y de adaptación)(CESERANI, 1999: 57).
Podemos englobar, en cierto sentido, las formulaciones de Lotman, Culler, Even-Zohar y Miner ya que presuponen que la cultura y la literatura han sido concebidas como instituciones constituidas por sistemas semióticos, que la cultura ha de entenderse como un conjunto de sistemas simbólicos que permiten a los objetos y a las acciones tener un significado y la literatura como un conjunto de convenciones, modos y géneros retóricos funcionalizados a la producción y organización de significados. Por tanto, semiótica y antropología cultural se dan la mano, pues el universo que el hombre habita está concebido como un conjunto de significados, es decir: la cultura, que el hombre mismo ha elaborado. Fredric Jameson y Cesare Segre, por su parte, ven la literatura como un acto social simbólico y la crítica e historiografía literaria como operaciones multiprospécticas (CESERANI, 1999: 57).
Hay una serie de teorías importantes que ponen en relación literatura y sociedad, entre las que se encuentran la historiografía y la crítica literaria de tradición marxista o freudiana. Son también de gran importancia escuelas como el New Historicism de los años ochenta y el Cultural Studes, y es muy significativo que estos movimientos se desarrollan justo durante los años en los que gran parte de los métodos críticos se concentraban en el texto con los famosos experimentos formalísticos; en cambio, con los movimientos antes mencionados se llega al descubrimiento de los contextos sociales de la literatura. Se vuelve al interés por la dimensión histórica de la literatura y de la cultura y al intento de establecer puentes entre la textualidad literaria y la contextualidad cultural y social (CESERANI, 1999: 61).
En definitiva, el New Historicism establece definitivamente un equilibrio entre textos, contextos, literatura y cultura. Dará importancia al contexto histórico de los textos y pone sistemáticamente en relación recíproca la producción de la esfera lingüística con la social.
Otro aspecto que se desarrolla ampliamente a partir del movimiento neohistoricista es la tendencia a razonar en términos de intertextualidad: los textos estudiados se ponen en relación con sus relaciones contextuales y a la vez continuamente se ponen en relación entre ellos. De este aspecto se ha ocupado ampliamente Genette, cuyos estudios sobre la intertextualidad han alcanzado fama y renombre, sobre todo los que se centran en el hipertexto y que exponemos en el siguiente apartado.


BIBLIOGRAFÍA
T. Bubnova, «Voz, sentido y diálogo en Bajtín», Acta Poética. 27, 2006:
R. Ceserani, Guida allo studio della letteratura:
VV.AA., Análisis de obras literarias. El autor y su contexto:
F. Rico, Textos y contextos:
C. Pérez Gállego, Literatura y contexto social:
N. Frye, El camino crítico. Ensayo sobre el contexto social de la crítica literaria:
F. Lázaro Carreter, Cómo se comenta un texto literario:


3.-Hipertexto


Un concepto hoy claro para los estudiosos es que un texto existe siempre en relación a otros textos, de ahí la exigencia de analizar la intertextualidad, que Gérard Genette llama transtextualidad o hipertextualidad, esto es, las relaciones que se establecen entre textos. La hipertextualidad es, desde luego, un aspecto universal de la literariedad: no hay obra literaria que, en algún grado y según las lecturas, no evoque otra, y, en este sentido, todas las obras son hipertextuales (GENETTE, 1989: 19).
Genette estableció cinco subtipos de relación que se pueden instaurar entre los textos:
En primer lugar tenemos la intertextualidad que es la relación de copresencia entre dos o más textos. Por ejemplo una cita, una alusión o un plagio.
La paratextualidad que es la relación entre un texto y su paratexto. Se trata de todo lo que rodea al cuerpo principal del texto, como son los títulos, los epígrafes, notas a pie de página, ilustraciones, etc.
La architextualidad es la designación de un texto como parte de un género. Se trata de una relación muda pero fijada en menciones paratextuales que cumplen funciones taxonómicas mediante las que el texto remite a unas informaciones de cualidades genéricas. La architextualidad del texto es el conjunto de categorías generales o trascendentes (tipos de discurso, modos de enunciación, géneros literarios...) del que depende cada texto singular.
La metatextualidad es la relación crítica, el comentario crítico explícito o implícito de un texto en otro texto.
La hipertextualidad es la relación entre un texto que llamaríamos hipertexto, y otro anterior, que podemos llamar hipotexto, en el que se inserta a modo de comentario, esto es, en el que se basa pero que ha sido transformado, modificado, elaborado o extendido (GENETTE, 1989:10-15).


BIBLIOGRAFÍA
G. Genette, Palimpsestos. La literatura en segundo grado:
VV.AA., Teoría del hipertexto. La literatura en la era electrónica:
J.E. Martínez Fernández, La intertextualidad literaria:
VV.AA., Polifonía e intertextualidad en el diálogo:




4.-Género


Genette habla también de architexto o texto de textos (GENETTE, 1977), es decir, de género. En las últimas décadas se ha discutido mucho sobre la existencia de los géneros en literatura, sobre el valor que podían tener como normas o simplemente para orientar los estudios literarios. Lo que sí es cierto, es que no podemos prescindir del concepto de género en los estudios literarios. García Berrio, por su parte, nos recuerda que este problema «no puede reducirse a una mera cuestión terminológica y que el establecimiento de una tipología moderna de los géneros implica ya de entrada reconocer la validez del concepto y término de género dentro de los planteamientos históricos y críticos» (GARCÍA BERRIO, 1995: 144).
Todorov justifica la existencia de los géneros afirmando que al no existir lo individual en el lenguaje, la especificidad del texto se alcanza mediante la descripción del género. El alcance metodológico de una reflexión sobre los géneros se aprecia mejor en el hecho de que su estudio significa reconocer las relaciones que el texto mantiene con los textos ya existentes. «Los géneros son precisamente esos eslabones mediante los cuales la obra se relaciona con el universo de la literatura» (TODOROV, 1972: 15).
Esta relación se produce mediante un doble movimiento que va de la obra a la literatura (o el género) y de la literatura (del género) a la obra. Para Todorov los géneros vienen, simplemente, de otros géneros. Un nuevo género siempre es la transformación de uno o varios géneros antiguos: ya sea por inversión, desplazamiento o combinación (TODOROV, 1972: 50).
Muy a propósito podemos añadir la opinión de Fernando Lázaro Carreter, que da una definición de género desde la perspectiva del autor: «El concepto de un determinado género que se hace un escritor, guía su escritura, no como un sistema de prescripciones que debe acatar, sino, las más de las veces, como una estructura explícita o implícitamente aceptada, que gobierna la naturaleza, la ordenación y la forma de los materiales que son objeto de su discurso. Muchas veces, el escritor rehúsa los caminos ya trazados y emprende uno nuevo; pero haciéndolo así, no pierde de vista los anteriores para diferenciar el suyo» (LÁZARO CARRETER, 2002: 359).
A estas reflexiones podemos sumar las de Genette que, desde la perspectiva del lector, afirma que la architextualidad genérica se constituye casi siempre, históricamente, por vía de imitación y suele declararse por vía de indicios paratextuales. La percepción genérica orienta y determina en gran medida el “horizonte de expectativas” del lector y, por tanto, la recepción de la obra. Aunque Genette nos avisa de que el texto en sí no está obligado a declarar su cualidad genérica, pues «la determinación del estatuto genérico de un texto es asunto del lector, del crítico, del público que está en su derecho de rechazar el estatuto reivindicado por vía paratextual» (GENETTE, 1989: 13-14).


4.1.-Definición de género

Son muchos los estudiosos que se han ocupado de dar una definición de género. Para Todorov «Los géneros son unidades que pueden ser descritas desde dos puntos de vista diferentes: el de la observación empírica y el del análisis abstracto. Dentro de una sociedad se institucionaliza el constante recurrir de ciertas propiedades discursivas, y los textos individuales son producidos y percibidos en relación a la norma que constituye esta codificación. Un género, literario o no, no es otra cosa que esta codificación de las propiedades discursivas» (TODOROV, 1972: 52).
Nos ha sido también muy útil consultar el estudio de García Berrio y Javier Huerta Calvo, que han realizado una sistematización de los géneros muy exhaustiva. Berrio declara que para su explicación y sistematización de los géneros él ha seguido un criterio eminentemente histórico, pues para él el marco más adecuado para tratar la cuestión de los géneros es la Poética Histórica: «El trabajo especulativo sobre la teoría de los géneros naturales no excluye ni entorpece la legítima actividad historiográfica de constatar y explicar la producción de variedades históricas. Antes al contrario, es por esa vía por la que creemos espera a la teoría de los géneros y a la misma Teoría general de la literatura el encauzamiento propio de sus avances» (GARCÍA BERRIO, 1995: 63).
Sigue el estudioso argumentando:

De la modificación de las circunstancias históricas arrancan, a su vez, y se explican, las transformaciones históricas: hibridaciones en unos casos, contaminaciones más parciales en otros y más raramente sustituciones completas o incluso implantaciones “ex novo” y desalojos “in toto”, los cuales, por lo demás, creemos que son todavía meras casillas vacías a disposición de la pasión por innovar del arte vanguardista de nuestro tiempo (GARCÍA BERRIO, 1995: 18).


En síntesis, para Berrio «La definición de género descansa en una armónica articulación entre constitución formal (dispositio y elocutio) y contenido temático e ideológico (inventio)». Observar los rasgos predominantes en cada uno de los dos planos en una obra literaria dada, significa estudiar los textos en su proyección genérica (GARCÍA BERRIO, 1995: 146).


4.2.-Elementos para la determinación de los géneros


García Berrio, siguiendo la línea conceptual planteada por Claudio Guillén en su estudio de 1985, Entre lo uno y lo diverso, aclara una serie de cuestiones terminológicas inherentes al concepto de género y a su determinación:
Los cauces de presentación son la narración (épica), la actuación (dramática) y la enunciación (lírica).
Las modalidades o modos poseen carácter adjetivo, parcial y no a propósito para abarcar la estructura total de una obra, por ejemplo, la sátira, la alegoría, la parodia, lo grotesco...
El subgénero comprende las especies incluidas dentro de un género, bien por razones de forma, bien por razones de tema; los subgéneros serían el resultado de cruzar algunos cauces de presentación o modalidades con el núcleo genérico, por ejemplo, poema alegórico, novela paródica, diálogo satírico, epístola poética...
Los casos, como término específico, son los textos literarios tomados en observación.
La práctica reiterada de un género constituye la serie histórica del mismo o serie genérica.
Cuando esa práctica se verifica en un periodo determinado, hablamos de grupo genérico.
Tanto en la serie como en el grupo genérico se advierte siempre un conjunto de características predominantes o dominante genérica, y otras de tipo innovador o cambiante -variables-. El conjunto de variables define la especificidad de un texto respecto del modelo o “caso particular del género”. Cuando esa especificidad se hace absoluta o radical nace el antigénero.
En un sentido similar, un texto puede aceptar las convenciones propias de la constitución formal y transgredir los elementos ideológicos, dando lugar a un contragénero. Este puede presentar una intencionalidad seria o un propósito cómico-burlesco, como la parodia (GARCÍA BERRIO, 1995: 146).
Otra advertencia que realiza Berrio, y que plantea como cuestión terminológica, es la titulación y subtitulación de las obras, ya que no siempre estas ofrecen rasgos metaliterarios precisos y, aunque es cierto que el título se presenta ante el lector como la primera marca significativa con la que cuenta para iniciar la descodificación del texto, esta puede ser engañosa (GARCÍA BERRIO, 1995: 147).


4.3.-Clasificación de los géneros


Durante las últimas décadas se han ido conformando una serie de tipologías genéricas a partir de la división tripartita clásica, esto es, lírica, épica y dramática, que desde Platón, llega corregida al Renacimiento y encontramos plenamente consolidada en época romántica.
Hoy, junto a ese sistema tripartito, aparece otro género: el didáctico-ensayístico. Se trata de un ámbito constituido por obras en prosa escrita, generalmente no ficcional, en la que se establecen semejanzas en función de un criterio principalmente temático. En definitiva, Berrio afirma que el sistema de géneros aparece conformado de la siguiente manera: los géneros poético-líricos, los géneros épico-narrativos, los géneros teatrales y los géneros didáctico-ensayísticos (GARCÍA BERRIO, 1995: 148).


BIBLIOGRAFÍA
A. García BerrioJ. Huerta Calvo, Los géneros literarios. Sistema e historia (Una introducción): https://amzn.to/2RmYlXW
F. Lázaro Carreter, Clásicos españoles. De Garcilaso a los niños pícaros:
T. Todorov, «Los géneros literarios». Introducción a la literatura fantástica:
K. Spang, Géneros literarios:
J. Rodríguez Pequeño, Géneros literarios y mundos posibles:
F. Lázaro Carreter, Estudios de poética:
J.A. Sánchez Marín, Retórica, poética y géneros literarios:
M.A. Garrido Gallardo, Teoría de los géneros literarios:
M.A. Garrido Gallardo, Nueva introducción a la teoría de la literatura:
R. Wellek, Teoría literaria:
P. Aullón de Haro, Idea de la literatura y teoría de los géneros literarios:
M. Martínez Arnaldos, La teoría literaria ante la narrativa actual:



5.-Texto


El texto o discurso viene considerado, en los estudios críticos, como una unidad de comunicación. Para Dressler y Beaugrande, este modelo de comunicación debe poseer una serie de propiedades para poder ser considerado texto. Esas propiedades, que están relacionadas entre sí, son las siguientes:
La cohesión, que se comprueba en la superficie textual, está basada en la relación o interconexión de tipo gramatical, se puede comprobar en aspectos como la repetición, las formas pronominales, la correferencia, la elisión o la conexión.
La coherencia se comprueba en el mundo textual, en los conceptos y relaciones que subyacen bajo la superficie del texto. Está basada en la interconexión de los conceptos a través de diversas relaciones como la relación de causalidad o la ordenación en el tiempo.
La intencionalidad se refiere a la actitud del productor textual, a su intención de transmitir un conocimiento o de alcanzar una meta específica dentro de un plan.
La aceptabilidad está centrada en el receptor. La actitud receptora capta la relevancia de un texto, con todo lo que ello implica.
La informatividad está basada en el tipo de información que ofrecen los textos, si son predecibles o inesperados.
La situacionalidad se refiere a los condicionantes para que un texto determinado sea relevante en la situación en que aparece.
La intertextualidad se refiere al grado de dependencia de un determinado texto con respecto al conocimiento de otros textos anteriores. Cada tipo de texto posee un grado diferente de dependencia de la intertextualidad.
En definitiva, estos autores plantean un concepto de texto en el que el conocimiento presentado en el texto y el conocimiento del mundo almacenado en la memoria de los interlocutores debe interactuar (BEAUGRANDE - DRESSLER, 1997).
Tanto el formalismo ruso (Tinianov, Tomachevski...) como el estructuralismo (Bremond, Greimas, Barthes, Todorov, Genette...) parten de la concepción aristotélica de la narración, y se interesan sobre todo por la estructura de los textos narrativos. Los estudios más recientes abordan aspectos más cercanos a la pragmática, ya que se centran en la recepción del discurso narrativo, y en su enfoque comunicativo. De este modo, la división entre literatura y la realidad vuelve a ser un enfoque prioritario para estudiosos como García Berrio, Tomás Albadalejo o Pozuelo Yvancos, entre otros muchos.
Numerosos estudiosos han elaborado sus preceptos teóricos según la Poética de Aristóteles. En clave aristotélica, la imitación o mímesis de acciones en el mundo real (praxis) era el argumento (logos). De este argumento se seleccionaban las partes que conformaban la trama (mythos). Dentro de la Retórica, disciplina clásica del estudio del discurso desde la Antigüedad, la narratio sería la exposición del estado de cosas, la materia en la que el autor quiere entrar. Esta parte, establecida dentro de la dispositio tras el exordium y precediendo a la probatio, a la refutatio (las dos partes del argumento), y a la peroratio, es la más extensa. El poeta insiste en que su historia participa de la cualidad de verdadera, apoyándose en la autoridad de las fuentes, siguiendo el tópico del prestigio de la escritura.
La Retórica ayuda notablemente a establecer y a distinguir las distintas estructuras textuales, así como la producción del discurso y su construcción artística. A partir de los textos existentes, la Retórica plantea un sistema que se proyecta sobre los textos futuros. En definitiva, la Retórica se puede considerar fundamental en la ciencia del discurso, pues junto a la Poética ha proporcionado un componente teórico y práctico fundamental al estudio de los textos.
Quintiliano, en su obra Institutio oratoria, define la narración y propone como sus principales características la claridad, la brevedad y la verosimilitud. Dentro de la narración literaria se puede distinguir la narración de personas y la narración de hechos. En la narración de hechos hay que separar la fábula, que viene dada por la tradición y no trata de cosas verdaderas ni verosímiles; la historia, que narra unos hechos verdaderos de modo verosímil; y el argumento, que trata hechos ficticios aunque verosímiles.
La Retórica clásica divide la estructura interna de la narratio en varias partes: initium o comienzo de la narración o introducción, medium o núcleo y finis.
Para el estructuralismo, que, como decíamos, analiza los elementos del texto narrativo partiendo de la definición aristotélica, la narración consta de dos partes: la historia y el discurso. El estructuralista Bremond define el texto narrativo como “el discurso que integra una sucesión de acontecimientos de interés humano en la unidad de la misma acción”. Para Todorov, lo esencial del texto narrativo es que la situación de la que se parte sufre una transformación a medida que avanza la narración.
Fernando Gómez Redondo señala que «la particularidad esencial del lenguaje narrativo no es otra que la de contar, es decir, transmitir unos hechos (verídicos o inventados) con la finalidad de que sean creídos y, sobre todo, de que sean asumidos desde una conciencia receptora, que pone en juego toda una serie de mecanismos de recepción de los elementos contenidos en esa obra. […] En primer lugar, contar supone plantear una ficción, cuya totalidad puede absorber por entero la imaginación del lector; en segundo lugar, contar necesita comunicar ese universo de hechos y experiencias (la ficción) por medio de unos recursos que permitan su asimilación; y ya, en tercer lugar, contar requiere la conformación de una estructura, que organice los datos anteriores, y de un discurso narrativo que convierta en actos lingüísticos la materia argumental. O sea, nada que no haya sido ya previsto, por ejemplo, por los antiguos moldes de la Retórica: contar es inventar, disponer y adecuar el lenguaje a lo que se va a decir» (GÓMEZ REDONDO, 1994: 126).
Albaladejo señala que para el estudio del texto literario es necesaria la diferenciación en niveles o secciones constitutivas. Es básica en este sentido la distinción entre microestructura y macroestructura como estructuras integrantes del texto. Principalmente la noción de macroestructura ha contribuido a la concepción del texto literario como material lingüístico artísticamente organizado según un plan textual subyacente. A su vez, en la macroestructura se distinguen dos niveles, la estructura macrosintáctica de base y la estructura macrosintáctica de transformación. Aquí aparecen conectadas las operaciones constituyentes del discurso:
La inventio que hace posible que entre en la teoría del texto literario la explicación del referente y de su relación con el texto literario.
La agrupación de la inventio con la dispositio y con la elocutio implica la consideración del referente como base externa del texto pero orientada hacia este. El referente o estructura de conjunto referencial existe para su incorporación en el texto y este no puede ser producido sin dicha construcción referencial. Una de las observaciones que realiza Albaladejo es que la inclusión del ámbito referencial en el espacio de la Poética lingüística, hace que esta vea ampliados sus planteamientos y deja de estar vinculada exclusivamente al espacio sintáctico, lo cual, le permite salir de la situación de reducción en la que se habían encerrado las propuestas teórico-literarias estructuralistas.
La elocutio aporta a la teoría del texto literario un detallado estudio de los dispositivos microestructurales del lenguaje artístico. Es la operación en la que culmina un proceso de construcción de discurso en el que toman parte otras operaciones y que, por tanto, es la que permite que afloren en la superficie del texto las construcciones que resultan de esas otras operaciones. Para Albaladejo, la conjunción entre inventio y dispositio confirma el carácter de operación constituyente de discurso de la inventio y refuerza la instalación del tratamiento del referente en los estudios literarios (ALBALADEJO, 1993: 175-180).
Llevando a la práctica estos principios expresados por Albaladejo y observando el ya muy conocido esquema por él propuesto, podemos decir que en primer lugar tenemos la intellectio, que aparece en la base del esquema de Albaladejo, aunque no es una operación constituyente de discurso. A este punto, siguiendo este esquema, debiéramos explicar la intención del autor, su disposición para activar artísticamente un sistema imaginario antropológicamente esencial, su voluntad de género, su establecimiento de un modelo de mundo para la construcción referencial, así como su conocimiento del destinatario y del contexto de la comunicación literaria (ALBALADEJO, 1993: 182).
Siguiendo el esquema de Albaladejo, tenemos la inventio y dispositio, es decir, el estudio del referente o estructura de conjunto referencial formada por la serie de seres, estados, procesos, acciones e ideas que aparecen representados en el texto. La inventio corresponde a las ideas o elementos referenciales expresados por el autor, mientras que la dispositio corresponde a su colocación en el texto (ALBALADEJO, 1993: 73-81).
La elocutio constituye la microestructura del texto, es decir, los elementos expresivos del texto, los cuales están encaminados a la persuasión y deben tener una serie de características: la expresión correcta, clara, elegante y adornada con figuras retóricas (puritas, perspicuitas, ornatus y urbanitas) (ALBALADEJO, 1993: 117-130).
En definitiva, el profesor Albaladejo realiza una detallada descripción de los elementos constituyentes del texto.


BIBLIOGRAFÍA
R. BeaugrandeW. Dressler, Introducción a la lingüística del texto:
F. Gómez Redondo, El lenguaje literario:
T. Albaladejo Mayordomo, Rertórica:
T. Albaladejo Mayordomo, Teoría de los mundos posibles y macroestructura narrativa:




5.1.-Forma

Se trata de un elemento inherente al estudio de los géneros, ya que las formas se refieren a los procedimientos tradicionales de interrelación, ordenación o limitación de la escritura, como las convenciones de versificación, la división en capítulos, los grupos estróficos y métricos, etc.
No debemos confundir la forma del texto con la forma de elocución del texto que puede ser descriptiva, narrativa, expositiva, argumentativa o dialógica.
Por lo que se refiere a la presencia del diálogo en la obra literaria, ya Platón hacía la distinción entre el modo discursivo en el que el poeta habla en su propio nombre explícitamente (diégesis) y el modo en el que el poeta pone en boca de los personajes su discurso (mimesis), aunque también existe una forma mixta. Este concepto es el que expresamos cuando hacemos la distinción entre discurso del narrador (estilo indirecto) y el discurso de los personajes (estilo directo), con una serie de variantes intermedias.
Por lo que se refiere a la forma en que se cuentan los acontecimientos existe un concepto peculiar que es la polifonía textual cuyo estudio fue impulsado por Bajtín a partir del análisis de los juegos de voces y citas novelescas. En el discurso narrativo suelen convivir distintas voces, comenzando por la del narrador y las de los personajes. Por otro lado, se da entrada a una diversidad lingüística que configura un discurso pluriestilístico, plurilingüe y plurivocal, gracias a la convivencia de elementos literarios con elementos no literarios o de elementos orales (registros de habla pura) con elementos escritos (cartas, diarios, manuscritos encontrados).
Genette utiliza los términos relato de palabras y relato de acontecimientos (GENETTE, 2006: 211-216). Tanto en el relato de acontecimientos como en el de palabras se puede observar el grado de presencia del narrador, yendo desde un protagonismo que se demuestra en los comentarios o en las descripciones, hasta su completa anulación en el monólogo interior. En el relato de acontecimientos lo que importa es la información transmitida y el grado de presencia o de ausencia del narrador. En el relato de palabras Genette realiza la siguiente distinción:
-Discurso narrativizado: se advierte la presencia del narrador.
-Discurso traspuesto: propio del estilo indirecto.
-Discurso restituido: donde el narrador desaparece para dar paso al monólogo interior o al discurso directo.
Chatman, por su parte, realiza una distinción entre narradores no presentados y narradores representados. Existe un grado intermedio que es la narración oculta, que a diferencia de la historia no narrada, puede expresar el habla o los pensamientos de un personaje de forma indirecta. Para establecer su teoría Chatman parte de los planteamientos de John Austin sobre actos de habla. Estos planteamientos le ayudan a distinguir el discurso del narrador del discurso de los personajes. «Los actos de habla de los personajes difieren lógicamente de los de los narradores. Aun cuando un personaje cuenta una historia dentro de la historia principal, sus actos de habla están en la historia y no en el discurso principal. Al igual que sus otros actos de habla están en la historia, estos entran en interacción con los otros personajes, pero no con el narratario ni con el lector implícito. De manera que pueden elegir entre una serie de ilocuciones más amplia que el narrador» (CHATMAN, 1990: 177).
Chatman analiza las manifestaciones vocales del narrador según su intrusión estableciendo los siguientes tipos:
-Representación no narrada: el polo negativo de la presencia del narrador. Se trata de la narrativa que no esté mediatizada o que lo esté mínimamente, no presenta nada fuera del habla o pensamientos verbalizados de los personajes, por ejemplo, diálogos, estilo libre, soliloquios, monólogo interior, citas, un texto copiado (cartas o el diario de un personaje).
-Narradores no representados: es la narración oculta o elidida, y aparece en el estilo indirecto puro y libre. El narrador no representado puede describir desde una posición ventajosa, puede meterse dentro de un personaje y citar sus pensamientos con sus propias palabras o con las del personaje, pero creando ambigüedad, ya que en muchas ocasiones no sabemos si las palabras transmitidas son las del personaje o las del propio narrador.
-Narración representada: la descripción es el grado más débil de narrador representado. Su presencia es más evidente en los resúmenes, en los relatos de lo que los personajes no pensaron o dijeron, o en los diferentes tipos de comentarios.


Otro aspecto inherente a la forma del texto son los elementos de la tipología discursiva, cuya clasificación más completa la encontramos, igualmente, en Chatman (CHATMAN, 1990):
1.-Documentos escritos: las cartas, los manuscritos encontrados son las formas que en menor medida implican al narrador.
2.-Registros de habla pura: la transcripción del habla puede ser de un solo personaje o de un diálogo. El monólogo dramático que, como sabemos, es aquel en el que un personaje habla con otro personaje, que permanece callado. El diálogo puro entre personajes es más frecuente, siendo un elemento muy importante la identificación de los personajes, ya que su alternancia no aparece nominalizada por el narrador, puesto que estamos ante un modelo de representación no narrada.
3.-Soliloquios: son posibles solo en la narrativa cuando son puros, nunca libres, teniendo en cuenta que “puros” significa introducidos por un verbum dicendi. La razón es que deben ser reconocidos como habla, no como pensamiento.
4.-Estilo directo libre o monólogo interior: la representación de la conciencia de un personaje puede verbalizarse como si fuera un acto de habla no pronunciado, poniéndolo entre comillas e introducido por un verbo. En este caso estamos ante un pensamiento directo puro. Cuando se omiten las comillas y el verbo introductor estamos ante un caso de pensamiento directo libre o de monólogo interior. Esta forma de representar la conciencia se distingue de las demás porque el narrador no puede expresar que el personaje está pensando o percibiendo algo. Las características del monólogo interior son, por ejemplo, que la referencia del personaje a sí mismo, si la hay, está en primera persona; que el momento actual del discurso es el mismo que el de la historia; que el lenguaje se identifica como el del personaje; que no se supone que haya otro público que el pensador mismo.
5.-Corriente de conciencia o asociación libre: el personaje expresa unos pensamientos que ya tienen una forma verbal en su mente. Para Chatman se trata de una ordenación al azar de pensamientos e impresiones, de acuerdo con el principio de la asociación libre, que cuenta con sus propios principios organizativos.
6.-Estilo indirecto puro: esta forma implica la presencia del narrador a través del cual se transmiten las palabras del personaje, ya que contamos con la presencia de un verbo introductor. El narrador representa las palabras del actor tal y como supuestamente las ha expresado. Ejemplo:
Estilo directo: Isabel dijo: “Creo que seré capaz de encontrar tiempo para salir contigo mañana por la noche”.
Estilo indirecto puro: Isabel dijo que podría ser capaz de encontrar tiempo para salir con él mañana por la noche.
7.-Estilo indirecto libre: el verbo introductor se suprime, por tanto tenemos un grado mayor de autonomía, pues da la sensación de que el personaje habla sin la presencia del narrador. Ejemplo:
Estilo indirecto libre: Isabel podría ser capaz de salir con él mañana.



Puro
Libre
ESTILO DIRECTO


Habla
Tengo que irme”, dijo ella.
Tengo que irme.
Pensamiento
Tengo que irme”, pensó ella.
Tengo que irme. (Monólogo interior)
ESTILO INDIRECTO


Habla
Dijo que tenía que irse.
Tenía que irse.
Pensamiento
Pensó que tenía que irse.
Tenía que irse.


8.-Descripción establecida: en ellas aparece ya el narrador representado, aunque puede haber descripciones en las historias no narradas, gracias a las acciones de los personajes.
9.-Resúmenes: se utilizan para justificar el paso del tiempo; también puede tratarse de un resumen espacial o referirse a un determinado suceso.
10.-Relatos de lo que los personajes no pensaron o dijeron: se trata de un narrador omnisciente que se inmiscuye en la mente de un personaje.
11.-Comentario: el narrador no narra, más bien comenta y su voz es totalmente evidente. El comentario puede ser implícito (irónico) o explícito.


BIBLIOGRAFÍA
S. Chatman, Historia y discurso:
G. Genette, Figure III. Discorso del racconto:
V.M. Aguiar e Silva, Teoría de la Literatura:
J. Alsina Clota, Problemas y métodos de la literatura:
C. Bobes Naves, Teoría de la novela:
F. Brioschi y C. Di Girolamo, Introducción al estudio de la literatura:
F. Brioschi y C. Di Girolamo, Introduzione alla letteratura:
J. Culler, Breve introducción a la teoría literaria:
F. Eagleton, Una introducción a la teoría literaria:
M.A. Garrido Gallardo, Nueva introducción a la teoría de la literatura:
J.C. Mainer, Historia, literatura, sociedad:
J.M. Pozuelo Yvancos, Teoría del lenguaje literario:
W. Tatarkiewick, Historia de seis ideas: arte, belleza, forma, creatividad, mimesis, experiencia estética:




5.1.1.-El diálogo en la obra literaria


La forma de elocución de un texto puede ser la descripción, la narración, la exposición, la argumentación o el diálogo. Por lo que se refiere a la presencia del diálogo en la obra literaria, han tenido gran aceptación los estudios de Bobes Naves (1992), aunque aquí las aportaciones de los estudiosos son infinitas, pues se trata de un aspecto significativo en las obras, ya que dice mucho sobre el género al que pertenecen.
Para Bobes Naves el diálogo es una actividad sémica, es decir, que crea sentido, realizada por dos o más hablantes que interactúan, en situación cara a cara (directo), en actitud de colaboración, en unidad de tema y fin (BOBES NAVES, 1992: 26).
El proceso dialogado y los actos de habla que dan lugar a este tipo de discurso son “fenómenos semióticos”, “situaciones semióticas”, porque en ellos se utilizan signos que concretan en un sentido particular las virtualidades de significado que tienen como unidades de un sistema, o bien se utilizan formas sensibles que se convierten en formantes o signos circunstanciales en el marco de la situación (BOBES NAVES, 1992: 34).
Los elementos del diálogo, como actividad semiótica, son varios. En primer lugar hay que señalar que cada uno de los sujetos que interviene aporta su propio rol, su función específica y su modo de actuar lingüísticamente. A los actos verbales, debemos añadir las acciones no verbales. Debemos tener en cuenta el carácter de la propia situación, que puede dar lugar a diálogos científicos, filosóficos, políticos, literarios... Apunta, además, la estudiosa que el progreso del diálogo, según la secuencia de las intervenciones, puede estar en relación con una situación distendida, tensa, dramática, discursiva... (BOBES NAVES, 1992: 34).
La estudiosa hace también una observación interesante, pues diferencia el diálogo de la conversación, ya que «en el diálogo las intervenciones son complementarias hacia un fin, mientras que en la conversación se suman las de todos y lo que resulta es válido porque no se busca un fin común: la conversación puede tener un valor lúdico, el diálogo tiene un valor pragmático» (BOBES NAVES, 1992: 38).
El discurso literario presenta con frecuencia transgresiones de lo que son las normas del diálogo, claramente, debido a algún fin buscado por el autor. Además, «el texto literario crea mediante recurrencias formales y semánticas (isotopías) un ritmo interno que afecta a todas las formas del discurso y que se advierte de modo destacado en los diálogos para suscitar interés más vivo en el lector». A veces, cuando en el diálogo aparece un elemento imprevisto, como puede ser una metáfora, o se introduce cualquier otro elemento que rompe la isotopía del conjunto, obliga al lector a ponerse en actividad para encajar en ese conjunto armonioso el término disonante (BOBES NAVES, 1992: 103).
A propósito de las normas de coherencia, es decir, de ese esquema previo que comparten los interlocutores en el que están dispuestos a situar los enunciados que se vayan formulando, Bobes Naves comenta que en el teatro cómico aparece «con cierta frecuencia la discordancia textual de la coherencia entre las diferentes intervenciones para conseguir efectos de ironía o distanciamiento entre personajes, o de ellos respecto al público» (BOBES NAVES, 1992: 138). En definitiva, apunta la estudiosa, la presencia del diálogo en la obra literaria tiende a convertir al lector en intérprete activo (BOBES NAVES, 1992: 140).


BIBLIOGRAFÍA
M. del C. Bobes Naves, El diálogo. Estudio pragmático, lingüístico y literario:


5.2.-Estructura

5.2.1.-Historia y Discurso


En los presupuestos teóricos expresados por los estructuralistas encontramos la distinción entre Historia: cadena de sucesos (acciones, acontecimientos), más el conjunto de los personajes y los detalles del escenario; y Discurso: la expresión, la manera en que se expresa el contenido.
Los formalistas rusos distinguen entre Fábula: historia básica, suma de los sucesos que se van a relatar en la narración con sus relaciones cronológicas y causales. Trama o intriga: la historia tal y como es contada enlazando los sucesos según determinados procesos de construcción estética. Dentro del formalismo ruso, Tomachevski realiza la división entre Trama: conjunto de acontecimientos vinculados entre sí que nos son comunicados a lo largo de la obra. La trama es lo que ha ocurrido y tiene un orden cronológico y casual. Argumento: es la construcción artística. Es el modo en que el lector se ha enterado de lo sucedido y dispone sus elementos y sus acontecimientos según el orden que observan en la obra, por tanto, el artista elige un argumento, una presentación de los hechos, una perspectiva.
Gómez Redondo, siguiendo los estudios de Genette, presenta un esquema constituido por la Historia: significado, material temático. Relato: significante o texto. Narración: proceso a través del cual el material temático se recubre de una forma determinada dentro del marco textual.
Mieke Bal distingue entre Fábula: acontecimientos. Historia: los elementos se organizan, se ordenan en una secuencia temporal, se dota a los actores de rasgos distintivos, los espacios se transforman en lugares específicos y hay una elección del punto de vista desde el que se presentan esos elementos. Texto: es la historia que se ha convertido en lenguaje, en signos lingüísticos.
José María Pozuelo Yvancos presenta una distinción entre Historia y Discurso: «El acontecimiento (Historia) en el acto comunicativo, para quien habla y para quien escucha, renace siempre en forma de discurso. El discurso crea la realidad, ordena y organiza la experiencia del acontecimiento. […] Si descomponemos la definición de comunicación narrativa como “Alguien cuenta una historia a alguien”, obtenemos dos elementos: La Historia define el material y podemos definirla como una serie de acontecimientos ligados de una manera lógica, sujetos a una cronología, insertos en un espacio y causados y/o sufridos por actores. La “actividad” de contar, el modo de hacerlo (relato fílmico, literario, teatral) y la “narratividad” del objeto histórico pertenecen al Discurso». Siguiendo este esquema que propone Pozuelo Yvancos a partir de la frase “Alguien cuenta una historia a alguien”, ese “Alguien” es el narrador; “cuenta” encarna la Aspectualidad, Modalidad, Voz, Temporalidad del relato; “a alguien” al receptor; “una historia” que representa los Acontecimientos o funciones, la Lógica causal, el Espacio y los Personajes (POZUELO YVANCOS, 1994: 230).
Como vemos, los estudiosos tienen en cuenta todos los elementos de la comunicación literaria en su exposición teórica. A continuación vamos a tratar los presupuestos teóricos inherentes al análisis de los acontecimientos tanto en la historia como en el discurso.


BIBLIOGRAFÍA
J.M. Pozuelo Yvancos, Teoría del lenguaje literario:




5.2.2.-Acontecimientos en la Historia 

y en el Discurso


Por lo que se refiere a los acontecimientos o sucesos hay que decir que pueden ser tanto actos físicos no verbales como comentarios, pensamientos, sentimientos, percepciones o sensaciones. En cualquier caso, un acontecimiento se centra en un personaje. Aunque debemos matizar, como sostiene Barthes, que existen acontecimientos importantes que el estudioso denomina “núcleo” y otros menos importantes para el desarrollo de la trama que Barthes denomina “satélites”.
Para describir los acontecimientos Propp estableció el concepto de función. La función es un elemento nuclear que se sucede en los textos y que se aplica a los distintos personajes. En este concepto se basan autores como Bremond, Greimas o Todorov.
Los estructuralistas franceses proponen el denominado modelo actancial según el cual, las unidades mínimas o funciones reciben su sentido de los actantes que las desempeñan y estos, a su vez, derivan su significación de la existencia de un discurso narrativo que es el que, en última instancia, justifica su existencia dentro del universo literario (GARRIDO DOMÍNGUEZ, 1996: 54).
Siguiendo los planteamientos de la lógica y teniendo en cuenta las situaciones que preceden o siguen al proceso narrativo, la descripción de los acontecimientos narrativos sigue un proceso de transformaciones. Aunque el estudio de los acontecimientos o sucesos presentes en el texto narrativo puede adoptar distintas perspectivas según las diferentes teorías, lo que es común a todos los planteamientos es el criterio de cambio o de transición que supone la existencia de un suceso o de un acontecimiento narrativo.
Por lo que se refiere a cómo están estructurados los acontecimientos en el texto, si nos encontramos en el nivel de la historia, estos siguen un orden cronológico o lógico, mientras que si nos encontramos en el nivel del discurso siguen el orden del discurso, que puede no ser cronológico, pues a veces hay alteraciones determinadas por las convenciones artísticas de un determinado periodo o por el punto de vista personal del autor. Hay que recordar que esta diferenciación aparece también en la retórica clásica, que denominaba ordo naturalis al orden lógico, normal que sigue la organización de la naturaleza y ordo artificialis que corresponde a una voluntad textual (ALBALADEJO, 1993: 108-116).
La forma en que los acontecimientos de la historia son moldeados en el nivel del discurso puede corresponder a una estructura clásica (presentación, desarrollo y desenlace), estructura retrospectiva (presentación, desenlace y desarrollo) o estructura in medias res (cuando no aparece la parte introductoria). Entre las aportaciones críticas al respecto, podemos señalar la de Mieke Bal que distingue tres fases en toda fábula: la posibilidad, el acontecimiento y el resultado del proceso. Ninguna de estas tres fases es indispensable, y no siempre se pueden encontrar explícitas en el texto. Los procesos pueden darse uno tras otro, o un proceso se puede intercalar en otro proceso. Por otro lado, los acontecimientos se pueden agrupar según los actores implicados, según la naturaleza de la confrontación, según el lapso temporal o según los lugares en los que suceden los acontecimientos.
Por lo que se refiere a la verosimilitud de los acontecimientos, tenemos en la narración el plano de la realidad y el de la apariencia de la realidad. Recordemos la distinción antes realizada entre Fábula: no trata de cosas verdaderas ni verosímiles, Historia: narración de hechos verdaderos presentados de forma verosímil y Argumento: trata de cosas ficticias pero verosímiles. Dentro de esta clasificación es decisivo el concepto de verosimilitud que, a su vez, está ligado indisolublemente al concepto de ficción, esencial dentro de la teoría narrativa. La ficción nos permite conocer la visión de la realidad en las distintas épocas y movimientos literarios. En numerosas ocasiones las obras de ficción sirven para conocer un determinado momento histórico, también las obras que ocupan el presente estudio. La ficción se convierte en ficcionalidad cuando se reviste de creación literaria. Por lo tanto, la ficcionalidad requiere intencionalidad, tanto por parte del emisor como del receptor, ya que este tiene que colaborar en el pacto ficcional.
Para Chatman cada cultura y cada época posee un concepto diverso de verosimilitud. Para Genette depende de la opinión general, del sentido común. Para los estructuralistas la verosimilitud es intertextual, pues se encuentra establecida en los textos anteriores.
A partir de esta relación entre la realidad y la ficción, los teóricos de la literatura han llegado a pensar en el concepto de construcción de los mundos posibles, mundos que representan una alternativa al mundo real. Así, podemos distinguir entre el mundo físico, el mundo de los estados mentales y el mundo de los productos mentales. De aquí se desprende la clasificación de los textos según el modelo de mundo:
Los textos no ficcionales corresponden a un modelo de mundo de la realidad efectiva.
Los textos como por ejemplo los relatos realistas corresponden a un modelo de mundo ficcional verosímil.
Los textos fantásticos corresponden a un modelo de mundo ficcional no verosímil.


BIBLIOGRAFÍA
A. Garrido Domínguez, El texto narrativo:
T. Albaladejo Mayordomo, Rertórica:
T. Albaladejo Mayordomo, Teoría de los mundos posibles y macroestructura narrativa:




5.3.-Personajes


El personaje es el eje en torno al cual giran los acontecimientos y permite que el lector se integre en ese mundo de ficción verosímil de la historia gracias a su caracterización física y psicológica. El narrador representa un puente entre el escritor y sus personajes; a su vez, el escritor impregna el relato de una apariencia de realidad de tal manera que el lector imagina que los personajes viven una vida propia, casi independientemente de la creación, y en muchas ocasiones esta apariencia está en relación con los diversos puntos de vista narrativos que se pueden adoptar.
El personaje está dotado de unos rasgos caracteriológicos y físicos que lo hacen verosímil, que permiten al lector adentrarse en la historia del discurso. Los distintos puntos de vista que se pueden establecer en una narración hacen que los personajes sean más o menos verosímiles, más o menos cercanos al lector. Cuando el narrador es el personaje protagonista, la historia está dominada por esta categoría narrativa; pero también sucede lo mismo cuando el narrador es un personaje secundario o incluso cuando es un narrador en tercera persona. Por tanto, existen diversos procedimientos de presentación del personaje:
-Presentación directa en boca del propio personaje (monólogo interior, memorias, novela lírica, ensayo...)
-Presentación a través de otro personaje.
-Presentación a través de un narrador externo, propia de las novelas tradicionales y de las realistas.
-Presentación a través de un narrador omnisciente o testigo, propia de los relatos del siglo XX, donde se recurre abundantemente al estilo indirecto libre.
-Presentación que combina las técnicas nombradas.
En todo caso, el personaje es el que permite el desarrollo de las líneas argumentales, estructura el mundo de ficción. Aristóteles consideraba al personaje un “imitador”, definido por sus actos, por tanto, la acción prima sobre el personaje. Esta idea es retomada por los formalistas rusos y por los narratólogos franceses, aunque alguno de ellos, como Barthes o Bremond, se decanten posteriormente por la primacía del personaje sobre la acción.
En la Antigüedad clásica se veía al personaje como la expresión de la condición humana y la observación del mundo exterior permite crear personajes fieles a sus modelos. Posteriormente, en el Romanticismo, el personaje representa la expresión de los conflictos internos. En épocas posteriores el personaje adquiere una dimensión social, así tenemos un enfoque ideológico que podemos encontrar en algunas novelas. Los estudios más recientes analizan el personaje como un elemento del sistema narrativo, un signo dentro de un sistema semiótico.
Por lo que se refiere a la organización de los personajes en el interior de la obra María del Carmen Bobes Naves afirma que los personajes se organizan de varias formas, «el personaje literario es una unidad de significación que se constituye a partir de sus propias palabras, de su actuación y de lo que los demás personajes o el autor digan de él. Esto significa que se representa en el texto por medio de un conjunto de datos discontinuos que el lector va acumulando en una “etiqueta semántica”, o unidad de significación “personaje”. Es absurdo enfocar su estudio como si se tratase de un ente real y respondiese a una realidad extraliteraria o a unos tipos diseñados con base en la realidad social» (BOBES NAVES, 1978: 173). La estudiosa vuelve a insistir en esta idea en otro de sus estudios cuando afirma que «los datos van apareciendo en la obra sucesivamente y de fuentes diversas: unos son aportados en forma directa por el narrador, otros proceden de los demás personajes, otros de la actuación y juicios que tiene el mismo sujeto» (BOBES NAVES, 1985: 78).
Por lo que se refiere a los rasgos del personaje, para Aristóteles un personaje puede mostrar bondad, conveniencia o decoro, semejanza y constancia. Cada agente puede tener al menos un rasgo que deriva de la acción que realiza. En la Edad Media y en el Renacimiento se mantiene esta teoría del carácter de los personajes. En el Romanticismo aparecen los personajes subjetivos que expresan directamente sus sentimientos.
Para los formalistas rusos, los personajes son secundarios a la trama. También, en cierto modo, lo son para Propp, que señala una serie de esferas de actantes en relación a las funciones que tengan que hacer. Los narratólogos franceses han seguido este punto de vista de los formalistas rusos, afirmando que los personajes son medios y no fines de la historia. Todorov distingue entre narraciones centradas en la trama donde las acciones existen independientemente (narraciones apsicológicas) y las narraciones centradas en el personaje en las que las acciones de los personajes son síntomas de su personalidad (narraciones psicológicas).
La caracterización del personaje incluye la asignación de rasgos individualizadores. Estos rasgos podrían equipararse a los rasgos semánticos. De hecho Greimas y Barthes señalan que los personajes se caracterizan por poseer un determinado conjunto de semas. Cuando al personaje se le aplica un nombre propio, esos rasgos se unifican y así nace el personaje. Por lo tanto, el personaje es como un signo, como un signo complejo, cuya complejidad se desarrolla tanto en sus características o rasgos individuales como en las características o rasgos contrapuestos a los demás signos, en sus similitudes y en sus contrastes. Son los signos del ser y los signos de la acción o de la relación.
Para Mieke Bal los personajes no son seres humanos, pero poseen una serie de rasgos que posibilitan su descripción psicológica e ideológica. Chatman trata a los personajes como seres autónomos, no como simples funciones de la trama. Para definir un personaje tiene en cuenta los rasgos que lo caracterizan, «un rasgo es un adjetivo narrativo sacado del lenguaje ordinario que califica una cualidad personal de un personaje, cuando persiste durante parte de la historia (su “ámbito”). […] De este modo, los rasgos existen al nivel de la historia: realmente todo el discurso está concebido para inspirar su aparición en la conciencia del lector» Por tanto, para Chatman, los rasgos no son ni sentimientos, ni estados de ánimo, ni pensamientos, ni sucesos, son cualidades personales estables y duraderas (CHATMAN, 1990: 133-134).
Podemos distinguir dos tipologías en la descripción de los personajes: la tipología funcional y la tipología formal:
La tipología formal se centra en la clásica división entre personajes principales y secundarios. Hay personajes tipo o estáticos, cuyos rasgos no experimentan cambios y suelen ser paradigmáticos; y hay personajes dinámicos, cuyos rasgos sí experimentan cambios en la trama. Ambos tipos existen en el relato dependiendo de las líneas argumentales y del autor.
La tipología funcional se basa en el concepto de Propp el cual agrupa las treinta y una funciones de los cuentos en siete esferas de acción: el agresor, el donante, el auxiliar, la princesa, el mandante, el héroe y el falso héroe. Greimas retoma este concepto y expresa así las funciones:
El sujeto cuya función es la de deseo y la de búsqueda.
El objeto es lo deseado y lo buscado.
El oponente es el que se enfrenta al sujeto.
El ayudante es el que colabora para que el sujeto pueda alcanzar el objeto.
El dador apoya al sujeto en la realización de su intención, provee el objeto o permite que se provea. Puede ser una persona o una abstracción, como la sociedad, el destino o el tiempo.
El destinatario se beneficia del objeto. Suele coincidir con el sujeto.
Para Gómez Redondo «un personaje es una categoría funcional (un “actante”) y una forma vacía de contenido, que el autor modela con ideas y sentimientos extraídos de sí mismo (de sus vivencias y de sus lecturas) […] un personaje siempre debe existir en función del medio en el que habita y obtiene su caracterización esencial en la adecuación o inadecuación de su vida con respecto a ese entorno» (GÓMEZ REDONDO, 1994: 194-195).


BIBLIOGRAFÍA
M. del C. Bobes Naves, Comentario de textos literarios. Método semiológico:
M. del C. Bobes Naves, Teoría general de la novela. Semiología de “La Regenta”:
C. Bobes Naves, El personaje literario en el relato:
S. Chatman, Historia y discurso:
F. Gómez Redondo, El lenguaje literario:




5.4.-Narrador


El autor, gracias al narrador, consigue controlar los componentes narrativos. Tanto el formalismo ruso como el estructuralismo ve en el narrador un organizador de la estructura narrativa. Los narratólogos franceses consideran que el narrador debe ser definido según su grado de conocimiento de la realidad representada. La tradición angloamericana hace del narrador un observador de los hechos, intentando limitar su preponderancia. Para Bajtín el narrador es el sujeto de la enunciación, el emisor. Para Todorov el narrador es el que encarna los principios a partir de los cuales se establecen juicios de valor; él es quien disimula o revela los pensamientos de los personajes, haciéndonos participar así de su concepción psicológica; él es quien escoge entre el discurso traspuesto, entre el orden cronológico y los cambios en el orden temporal. No hay relato sin narrador (GARRIDO DOMÍNGUEZ, 1996: 111).
Debemos distinguir entre la figura del narrador y la del narratario. El narratario es la persona a la que se dirige en ocasiones el narrador dentro de una historia. También debemos hacer distinción entre la figura del narrador y el autor. Debemos tener en cuenta que no solo existe un autor real, sino también un autor implícito que es la imagen elaborada por el lector tras ser proyectada por el autor en el texto. Al mismo tiempo existe un lector implícito, es decir, una imagen creada por el autor. El lector implícito se encuentra permanentemente en la mente del autor real, y, en cierta medida, dirige su actividad (CHATMAN, 1990).
Por lo que se refiere a los puntos de vista narrativos o de focalización, Genette plantea la distinción entre:
1.-Relatos con focalización cero que son los que presentan un narrador omnisciente.
2.-Podemos hablar de relatos con focalización interna cuando el foco coincide con un personaje. Si el personaje es el principal estamos ante una narración autodiegética; si coincide con un personaje secundario la narración se llama homodiegética. Si coincide con el propio narrador se llama narración autobiográfica autodiegética. En estos relatos la focalización puede ser fija o variable; cuando es variable se combinan diferentes perspectivas o focalizaciones. Cuando el narrador oculta información al lector se produce el fenómeno de la paralipsis, mediante el cual se cambia la perspectiva adoptada.
3.-Hablamos de relatos con focalización externa cuando el foco es exterior a cualquier personaje (narración extradiegética o heterodiegética). En esta perspectiva, el narrador debería limitarse a informar sobre lo que puede observar. En ocasiones una focalización externa puede pasar a ser interna mediante la paralipsis, cuando el narrador informa sobre pensamientos o situaciones que en teoría no puede conocer dada su situación (GENETTE, 2006: 243).


BIBLIOGRAFÍA
A. Garrido Domínguez, El texto narrativo:
S. Chatmman, Historia y discurso:
G. Genette, Figure III. Discorso del racconto:




5.5.-Tiempo


Existe un tiempo de la historia y un tiempo del discurso. El tiempo de la historia presenta los hechos en un orden lógico-causal, con un ritmo de desarrollo y una frecuencia. El tiempo del discurso organiza el tiempo de la historia y crea una nueva dimensión temporal, en la que se puede seguir el orden lógico-causal o no. Todorov habla del tiempo del relato o tiempo de los personajes, del tiempo de la escritura y del tiempo de la lectura o de la recepción.
Genette habla de orden temporal. Cuando no se respeta el orden temporal se produce una anacronía, y debe ser justificada tanto si mira hacia el pasado como si mira hacia el futuro. El discurso narrativo está lleno de anacronías, pues hay numerosas discordancias entre el tiempo de la historia y el tiempo del discurso. Las anacronías tienen un alcance y una amplitud. El alcance es la distancia entre el momento base (ahora) y el momento hacia el que se proyecta la anacronía. La amplitud es el periodo cubierto por la anacronía. Las anacronías pueden ser de dos tipos. Las analepsis son las retrospecciones, anacronías hacia el pasado. Las prolepsis son las anticipaciones, anacronías hacia el futuro (GENETTE, 2006: 132). Genette destaca que estos tipos de anacronías pueden ser externas (su alcance llega a un momento anterior al del punto de partida del relato o ahora) o mixtas (empieza antes y termina después del ahora). En sus planteamientos, Genette realiza distinciones más pormenorizadas y con ejemplos de los distintos subtipos de anacronías que aquí hemos expuesto sucintamente.
Genette llama acronía a los casos en los que no existe ninguna relación entre el tiempo de la historia y el tiempo del discurso, por lo que los acontecimientos existentes no tienen ni fecha ni edad.
Son importantes también para el estudioso los conceptos de duración y frecuencia.
1.-La Duración es la relación establecida entre el tiempo que se invierte en realizar una lectura de la narración y el tiempo que duraron los sucesos de la historia en sí. Puede afirmarse que no existe la isocronía, que la duración del tiempo de la historia y el del discurso no pueden ser equivalentes. Existen cinco posibilidades de anisocronía:
-Resumen: es una figura de aceleración donde el tiempo del discurso es menor que el tiempo de la historia. El enunciado narrativo resume una serie de acontecimientos o sucesos. Existe también el diálogo resumido, donde se cita lo que ha dicho un personaje en un solo parlamento. Es un factor de economía narrativa que suele conectar diversas escenas. Chatman afirma que «los críticos han comentado que las novelas clásicas muestran una relativa constancia de alternancia entre escenas y resumen, al contrario de las novelas modernistas» (CHATMAN, 1990: 79).
-Elipsis: es igual al resumen, salvo en el hecho de que en la elipsis el tiempo del discurso es cero; es decir, ciertas acciones de la historia no pasan al discurso. Puede estar determinada explícitamente o indeterminada. Cuando están determinadas son explícitas, y cuando no lo están, pueden ser implícitas o hipotéticas. Las elipsis aceleran el ritmo narrativo y unen escenas. La elipsis de tipo amplio y brusco es característica de las narraciones modernas, aunque es un fenómeno temporal ya presente en las epopeyas clásicas.
-Escena: el tiempo de la historia y el tiempo del discurso tienen una duración similar. Se utilizan en los diálogos y para representar acciones muy breves, que no duran más tiempo del que se tarda en contarlas. Las escenas sirven para caracterizar a los personajes, y a través de ellas se puede incorporar al relato distorsiones del orden cronológico.
-Alargamiento: el tiempo del discurso es más largo que el tiempo de la historia. Señala Chatman que en el caso de la verbalización de los pensamientos, lleva más tiempo decir lo que pensamos que pensarlo. Es lo que se denomina la digresión reflexiva.
-Pausa descriptiva: es lo contrario de la elipsis, ya que en esta ocasión el tiempo de la historia es cero y el tiempo del discurso se alarga, desacelerando así el ritmo del relato. Se actualiza en la descripción, otra forma de discurso.
2.-Por lo que se refiere a la frecuencia hay que decir que es otra forma de relación entre el tiempo de la historia y el tiempo del discurso que se refiere al número de veces en que un acontecimiento de la historia es mencionado en el discurso. Existen varias posibilidades:
El relato singulativo: se cuenta una vez lo que ha sucedido una vez.
El relato anafórico: se cuenta “n veces” lo que ha sucedido “n veces”.
El relato repetitivo: se cuentan “n veces” lo que ha sucedido una vez.
El relato iterativo: se cuenta una vez lo que ha ocurrido “n veces”.


Tenemos que añadir que los críticos consideran indisoluble la categoría del tiempo en relación con el espacio, de hecho Bajtín habla de cronotopo. Para Bajtín se trata de la conexión esencial de relaciones temporales y espaciales asimiladas artísticamente en la literatura. El cronotopo indica el lugar del acontecimiento y, además, muestra la forma de organizar y materializar su representación. Proporciona un medio para comprender la experiencia y, con ella, la ideología que presenta la forma misma del texto. El estudioso ruso concibe este concepto como una categoría de la forma y el contenido en la literatura (BAJTÍN, 1989: 237).


BIBLIOGRAFÍA
G. Genette, Figure III. Discorso del racconto:
S. Chatman, Historia y discurso:
M. Bajtín, Teoría y estética de la novela:




5.6.-Espacio


Los sucesos acontecen en un determinado lugar que puede estar indicado explícitamente o no. Chatman señala que una función básica del escenario o del espacio es la de contribuir al tono de la narración. Los elementos que se encuentran en el espacio narrativo pueden tener múltiples funciones designativas y evocadoras. Este estudioso presenta una clasificación siguiendo la división realizada por Liddell:
Espacio utilitario: es un espacio sencillo y no resulta necesario para el desarrollo de la acción.
Espacio simbólico: mantiene una estrecha relación con la acción.
Espacio irrelevante: los personajes no tienen conciencia de él.
Espacio irónico: que no concuerda con el espacio emocional del personaje o con el ambiente predominante.
Espacio denominado “países de la mente”: es el tipo de paisaje interior, presente en las reminiscencias.
Espacio “caleidoscópico”: un rápido ir y venir desde el mundo físico presente en el exterior al mundo de la imaginación interior.
Mieke Bal distingue entre el espacio exterior e interior, al mismo tiempo que destaca que el valor de la frontera puede tener un papel relevante dentro de la historia. Destaca también que el espacio puede ser fijo o dinámico, permitiendo así el movimiento de los personajes. En este último caso, el espacio puede ser también dual, donde los personajes se enfrentan a dos mundos opuestos. El punto de percepción del personaje con respecto al espacio es muy significativo, así como la percepción sensorial que se realice del mismo. Para Ball: «Los espacios, pueden funcionar de dos formas en una historia. Por un lado, solo como marco, como lugar de acción. […] En otros casos, sin embargo, se “tematiza”, se convierte en objeto de presentación por sí mismo. El espacio pasa entonces a ser un “lugar de actuación” y no el lugar de la acción» (BALL, 1987: 103).


BIBLIOGRAFÍA
M. Ball, Teoría de la narrativa:




5.6.1.-Hipotiposis


Humberto Eco nos hace notar que los mecanismos para representar el espacio con palabras pueden ser múltiples y entre las técnicas de representación verbal del espacio está la hipotiposis que, a su vez, puede tener una finalidad ilustrativa, demostrativa, descriptiva, etc., (ECO, 2002: 191).
Eco afirma que este recurso estilístico entra a formar parte de las técnicas descriptivas y narrativas que tienen en común el hecho de que el destinatario obtiene a través de ellas una impresión visual. Añade el estudioso que la hipotiposis como figura retórica no existe y hace una clasificación de una serie de técnicas de representación o evocación del espacio. Eco, que sigue los presupuestos clásicos de Quintiliano, tiene muy en cuenta a Genette y lo que para Genette es la espacialidad significante y espacialidad significado, para Eco es la espacialidad de la expresión y espacialidad del contenido. Con esta premisa Eco establece la diferencia entre denotazione, descrizione minuta, elenco, accumulo, descrizione con richiamo a esperienze personali del destinatario:
-La denotación es la forma más simple, inmediata, mecánica como cuando se afirma que entre un lugar y otro hay veinte kilómetros de distancia.
-La descripción minuciosa: Eco afirma que toda descripción de objetos visibles es de por sí hipotipótica. Aunque el estudioso se plantea el problema de la cantidad de detalles que puede tener una descripción minuciosa. Cuando se mencionan demasiados detalles se impide al lector construirse una imagen, a menos que este no se concentre intensamente. Por tanto, afirma el estudioso, para que haya hipotiposis no hay que decir más de lo que pueda inducir al destinatario a colaborar colmando espacios vacíos y añadiendo detalles por iniciativa propia. Es decir, más que mostrar, la finalidad de la hipotiposis es la de incitar al destinatario a querer verificar.
-El elenco: Para Eco se trata de una técnica que sin duda conduce a la evocación de una imagen espacial sin crear pertinencias.
-La acumulación: Se trata de la acumulación de acontecimientos. Pone como ejemplo una hipotiposis de Gargantua de Rabelais donde el efecto del ritmo es significativo.
-La descripción de elementos en relación con la experiencia del destinatario es una técnica que pide al destinatario participar en el discurso con la propia experiencia.
Eco después de analizar los diferentes tipos de hipotiposis: la denotación, la descripción minuciosa, el elenco, la acumulación y, por último, la descripción de elementos en relación con la experiencia del destinatario, señala que, en definitiva, la hipotiposis es un fenómeno semántico-pragmático, un ejemplo primordial de cooperación interpretativa mediante el cual se usan las palabras para estimular en el destinatario la construcción de una determinada representación visual. Es decir, se pretende suscitar el esfuerzo en el destinatario para componer una representación visual y no hay hipotiposis sin la complicidad del destinatario (ECO, 2002: 191-214).


BIBLIOGRAFÍA
U. Eco, Sulla letteratura:
U. Eco, Sobre literatura:




5.7.-Modalidad


Un elemento importante que debemos tener en cuenta en la observación de la obra literaria es el modo, que Berrio llama modalidad. Los modos son como procedimientos organizadores del imaginario literario que se concretizan históricamente en los diferentes géneros. Son sistemas modelizadores que funcionan como formas que se han cristalizado históricamente y se han depositado en las culturas de las sociedades humanas. Algunos autores como Lotman y Uspenskij, los llaman “modelos antropológicos”. Genette, en sus estudios de 1972 y 1983, define el modo como un término lingüístico que se refiere a la “situación de la enunciación” narrativa; mientras que en su estudio de 1979 sobre el architexto, hace la distinción entre “géneros”, “especies” (por ejemplo: la novela, la sátira, la balada) y “modos” (por ejemplo: dramática, épica, lírica). Por tanto, el estudioso, con el tiempo, ha modificado la formulación de este concepto.
Para García Berrio las “modalidades” o modos poseen carácter adjetivo, parcial y no a propósito para abarcar la estructura total de una obra, por ejemplo, la sátira, la alegoría, la parodia, lo grotesco... (GARCÍA BERRIO, 1995: 145). Para Berrio el modo o modalidad es el punto de partida en la definición de los géneros, pues se llega a la definición de un género mediante «el estudio de la solidaridad recíproca entre las unidades de contenido temático y las modalidades de realización expresiva que seleccionan. En este encuentro nace y se plasma el género como estructura conformativa y comunicativa (GARCÍA BERRIO, 1995: 18).
Por tanto, vemos que García Berrio, hablando de los criterios significativos en la configuración de los géneros, insiste en la importancia de la modalidad.


BIBLIOGRAFÍA
A. García Berrio – J. Huerta Calvo, Los géneros literarios. Sistema e historia (Una introducción):




5.7.1.-Parodia


Ya hemos apuntado que para García Berrio las “modalidades” o modos poseen carácter adjetivo, parcial y abarcan la estructura total de una obra. Berrio considera la parodia una modalidad (GARCÍA BERRIO, 1995: 145).
La parodia es un modo, un procedimiento, mediante el cual el autor del texto organiza el imaginario literario. Se trata de un modo cuya especificidad no deja al lector en la indiferencia, pues la parodia es una interpretación cómica de lo serio, de lo convencional, de lo tradicional que aparece ridiculizado. La parodia nace del afán de originalidad del autor, de su deseo de encontrar su propio camino artístico, las más de las veces, ridiculizando los modelos consagrados.
Para analizar la parodia en un texto debemos tener en cuenta el objeto de la parodia, la finalidad del texto paródico, es decir, qué intención persigue el autor y el método que este utiliza para llevar a cabo su parodia.
Según el objeto, la parodia puede ser de obras artísticas en la que entraría la parodia literaria, la parodia de personajes históricos y la parodia de ideas. La parodia literaria puede apuntar a una obra concreta, a un grupo de obras o a todo un género literario. En cada uno de estos casos, puede afectar al plano ideológico, al plano formal o a los dos a la vez. Según la finalidad del autor, la parodia puede derivar en sátira, en derivación caricaturesca o grotesca o tener un fin meramente humorístico o lúdico, con una amplia gama de matices intermedios.
Según el método, la mayoría de los teóricos distinguen entre parodia burlesca y travestimiento. La primera expone mediante un estilo elevado un asunto o tema bajo, lo que hace que sea más evidente el contraste pues el autor adopta una actitud fingidamente seria y con un estilo ampuloso recrea un tema bajo, haciendo más patente la intención paródica por medio del contraste entre tema y estilo. El travestimiento, en cambio, escoge un tema elevado recreándolo en un estilo bajo y vulgar, ridiculizante. En realidad, los especialistas utilizan el término parodia para referirse a los dos tipos, pues no ha fraguado el término travestimiento en la teoría y crítica literaria española. Algunos autores llaman parodia formal a la imitación burlesca del estilo, y parodia material cuando la forma se mantiene pero el fondo es repugnantemente inapropiado a la forma. Para Genette la parodia es una transformación con función lúdica, mientras que el travestimiento es satírica, pero sin excluir otras funciones como la irónica o la humorística (FERNÁNDEZ trad., 1989).
En realidad, la parodia podría definirse como una actitud de los autores respecto al mundo ideológico y estético de obras anteriores. Por tanto, estamos dentro de una práctica hipertextual. Para Genette la parodia constituye una relación de transformación dentro de un régimen lúdico y en su obra Palimpsestos. La literatura en segundo grado realiza una sistematización de la parodia partiendo de un análisis de la parodia en la Antigüedad clásica, teniendo muy en cuenta la parodia en la Poética de Aristóteles.
Genette nos dice que a lo largo de los siglos tanto los cánones como las manifestaciones literarias se han multiplicado y diversificado notablemente. Por consiguiente, el estudioso avisa de que se ha generado una mayor complicación terminológica, que se ha convertido en una dificultad para los investigadores que con frecuencia avanzan a través de tanteos amparados en la intuición (GENETTE, 1989: 15).
Señala Genette que el término parodia se utiliza por primera vez en La poética de Aristóteles. A partir de los presupuestos aristotélicos se pueden establecer tres tipos de parodia:
1- Cuando el “parodista” aparta un texto de su objetivo modificándolo justo lo imprescindible.
2- Cuando lo transporta íntegramente a otro estilo, dejando su objeto tan intacto como lo permite esa transformación estilística.
3- Cuando toma su estilo para componer en ese estilo otro texto de asunto distinto, preferentemente antitético (GENETTE, 1998: 22).
Genette hace una diferencia entre lo burlesco y la parodia. En primer lugar, para Genette lo burlesco es un “travestimiento” y modifica el tema sin modificar el estilo. En cambio la parodia consiste en conservar el texto noble para aplicarlo, lo más literalmente posible a un tema vulgar (real y de actualidad). La parodia puede llevarse a cabo inventando, por vía de imitación estilística, un nuevo texto noble para aplicarlo a un tema vulgar. En este caso Genette habla de pastiche heroico-cómico; aunque al final Genette acaba englobando ambos tipos de parodia, la parodia estricta junto con el pastiche heroico-cómico, pues, dice, una retoma elementos de la otra y viceversa (GENETTE, 1998: 34).
En definitiva, Genette habla de las siguientes prácticas hipertextuales inherentes a la parodia que podemos resumir así:
-Parodia (régimen lúdico, frecuentemente satírico):
    Parodia estricta: transformación de una obra manteniendo el estilo elocutivo (frecuentemente las mismas expresiones) y la fábula de un texto elevado o serio, con cambios macroestructurales temáticos de carácter degradatorio. Toda degradación de condición de los personajes, además de soler ir acompañada de cambio de macro espacio-temporal y de modificaciones de algunos aspectos o detalles pragmáticos -de las acciones y conductas- lleva consigo la transposición de las acciones y objetos del texto de origen a otros homólogos pero en ese nivel bajo.
    Parodia mixta: transformación de una obra en otra manteniendo su fábula con cambio temático degradatorio respecto a la condición de los personajes, con personajes bajos y vulgares que suelen cambiar de nombre, generalmente por deformación cómica de su nombre de origen, que se expresan en un estilo elocutivo inestable, en el cual reconocemos la sucesión y la mezcla del estilo elevado o serio de la obra parodiada (a veces las mismas expresiones), un estilo elevado inespecificado y, mayoritariamente, su natural estilo y lenguaje bajo o vulgar.
-Travestimiento (régimen satírico o burlesco): Transformación de una obra en otra manteniendo en sus aspectos esenciales la fábula de un texto elevado o serio y los personajes con sus nombres y condición -realizando las mismas o en algún caso homólogas acciones-, con cambio de estilo elocutivo de carácter degradatorio (o sea, con lenguaje y estilo coloquial, vulgar u otro). Este cambio elocutivo verbal comporta el cambio, reducción o amplificación de algunas acciones, situaciones y elementos temáticos.
-Pastiche (régimen lúdico): Texto hecho imitando un estilo (elementos y rasgos elocutivos, temáticos) cuya función dominante es la pura diversión. Suele hacerse por exageración de algunos elementos.
-Imitación satírica o pastiche satírico: La función dominante es la burla degradadora del estilo imitado (generalmente la exageración en el uso y concentración en los elementos y rasgos característicos alcanza el más alto grado). Es lo que solemos llamar “parodia de un género” (GENETTE, 1998: 34).
En definitiva, desde la Poética de Aristóteles, pasando por las aportaciones del clasicismo y del formalismo ruso hasta los estudios contemporáneos, se ha ido forjando una idea de parodia basilar fundada en la existencia de dos planos: el de lo parodiado y el de la parodia. Entre los dos planos ha de existir una inadecuación intencionada. Estos dos planos que aparecen simultáneamente en el texto deben ser descodificados, pues es ahí donde se esconde la verdadera finalidad del texto paródico.


BIBLIOGRAFÍA
A. García Berrio – J. Huerta Calvo, Los géneros literarios. Sistema e historia (Una introducción):
G. Genette, Palimpsestos. La literatura en segundo grado:
A. García Calvo, Vida de carnaval. De máscaras, parodias, literatura y carnavalización:
J. C. Pueo, Los reflejos en juego. Una teoría de la parodia:




5.7.2.-La parodia y el humor


Nos parece interesante recordar, muy a propósito, las palabras de Greimas, que desde otra perspectiva interpretativa completamente diferente, profundiza en la cuestión del humor en el texto. Greimas al explicar el funcionamiento del lenguaje humorístico, mientras habla del funcionamiento de las “isotopías”, comenta que el placer que nos aporta el humor radica en el descubrimiento de dos isotopías diferentes dentro de un relato que se cree homogéneo. Por lo tanto, el humor, considerado como género literario, lleva al nivel de la conciencia las variaciones de las isotopías del discurso, variaciones que al mismo tiempo se finge disimular mediante la presencia del término conectivo (GREIMAS, 2000: 107).
Otro elemento interesante que hay que tener en cuenta, sigue Greimas, es la elección de los agentes que toman parte en el relato humorístico, pues constituye un procedimiento complementario que subraya la heterogeneidad de las isotopías que se comparan. De hecho, una clasificación superficial muestra que en esos relatos se tiende a preferir oposiciones del tipo: adultos/niños, mayorías/minorías, sanos de mente/locos, seres humanos/animales o cosas... Es decir, Greimas constata la presencia de categorías radicalmente opuestas como generadoras de humor.
Otro aspecto que señala Greimas es que, en los relatos humorísticos, es frecuente el uso, al principio del relato, de relatos-presentación, los cuales son suficientes para mostrar la necesidad, en el que los cuenta, de tranquilizar a los que están escuchando: el narrador fija de forma muy sólida el plano isotópico del discurso, estableciendo primero un contexto más amplio dentro del cual puede introducir una nueva isotopía. De hecho, las personas serias saben siempre o creen que saben de qué se está hablando, mientras el diálogo humorístico está caracterizado por el uso paralelo y sucesivo de varias isotopías, que desconciertan y, por consiguiente, hacen reír. De ahí la importancia del problema de la separación de las isotopías y del reconocimiento de las dimensiones y de los contextos isotópicos (GREIMAS, 2000: 107). Es decir que, mientras se plantea un tema concreto, una isotopía concreta, el autor introduce otra, que a su vez es radicalmente opuesta, como antes hemos dicho, y es así como nace el humor.
En definitiva, estos dos planos están representados en el texto paródico, pues este siempre es el resultado de la transformación del texto parodiado. Pero debemos hacer otra observación, esto es, no siempre la finalidad de las obras paródicas es el humor o la comicidad. A veces esconden una intención por parte del autor de degradar o humillar a personajes o desvalorizar concepciones ideológicas y estéticas de otras obras... Generalmente la parodia desvaloriza el contenido o la forma de una obra o grupo de obras existentes, escritas con un propósito serio. En definitiva, estas afirmaciones aplicadas a la cuestión que nos ocupa, aportan luz al análisis del mecanismo de la parodia, y constituyen los presupuestos más significativos para descodificar el sentido del texto.


BIBLIOGRAFÍA
A.J. Greimas, Semántica estructural. Investigación metodológica:
M. Bajtín, En torno a la cultura popular de la risa:




6.-Conclusiones


Ahora ha llegado el momento de atar cabos y de concluir nuestro análisis con una breve reflexión personal fruto de nuestro trabajo. Siempre debemos terminar con un balance personal pues después de tanto estudio debemos demostrar los copiosos frutos de nuestro esfuerzo. Es importante concluir relacionando unos aspectos con otros, pues un análisis no es la “lista de la compra” y aunque hayas estructurado tu trabajo de forma esquemática y ordenada para su mejor comprensión, ahora es el momento de reorganizarlo todo de forma conclusiva, sintética e iluminadora poniendo en evidencia lo que tú crees que debería emerger de tu análisis.











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